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DOMINGO V DE CUARESMA -A-

DOMINGO V DE CUARESMA -A-

«YO SOY LA RESURRECCIÓN Y LA VIDA»

 

CITAS BÍBLICAS: Ez 37, 12-14 * Rm 8, 8-11 * Jn 11, 1-45

La llegada de la Pascua es ya inminente. En ella vamos a celebrar la victoria del Señor Jesús sobre el pecado y la muerte. En el evangelio de hoy, el Señor da una solución total al problema principal de la existencia del hombre: la muerte. Afirmará de manera rotunda: «Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre».

En contra de lo que pudiéramos pensar, y aunque con frecuencia es un tema sobre el que intentamos pasar de puntillas, el problema principal a resolver en tu vida y en la mía, es el de la muerte. Hay algo en nuestro interior que se rebela ante este hecho incuestionable. Es lógico que así sea, porque no hemos sido creados para morir sino para vivir. Por eso intentamos obviar el tema de la muerte, como si fuera algo que no nos afecta.

El origen de este problema está en que, por haber utilizado mal el gran regalo de la libertad, hemos caído en el pecado. Caer en el pecado significa volver la espalda a Dios, sin darnos cuenta de que lo que hacemos es volver la espalda a la vida. De Dios has recibido la vida y de él depende que puedas disfrutar de ella. Decir no a Dios es decir no a la vida.

En el evangelio de hoy nos encontramos de frente ante la muerte. Lázaro, el amigo de Jesús de Betania ha caído enfermo. Marta y María, sus hermanas, mandan recado a Jesús para que acuda en su ayuda. Sin embargo, el Señor, de manera consciente se retrasa, de forma que cuando llega a Betania, hace ya cuatro días que lázaro ha sido enterrado. Jesús ha obrado así, para dar motivo a sus discípulos de que crean en él.  

Llevado delante del sepulcro y ante el desconsuelo de las hermanas, el Señor, que es humano como tú y como yo, se conmueve y se pone a llorar. «Quitad la losa», ordena. Marta, responde: «Señor, ya huele mal, porque lleva cuatro días». Jesús replica: «¿No te he dicho que si crees verás la gloria de Dios?». Se dirige al Padre dándole gracias y con voz potente ordena: «Lázaro, ven afuera». Ante el asombro de los presentes, el muerto sale con los pies y las manos atadas con vendas y el rostro cubierto por un sudario. «Desatadlo y dejadlo andar» dice el Señor.

Lázaro somos tú y yo, que somos unos inconscientes y andamos pidiendo la vida a los ídolos del mundo: al dinero, al sexo, al poder, al trabajo, a la salud, etc., y en vez de encontrar esa vida, nos encontramos sumergidos en la muerte. Como Lázaro, también nosotros tenemos las manos y los pies atados por el pecado que, como una pesada losa nos aplasta. El único que tiene poder para devolvernos la libertad y la vida es el Señor Jesús. Él, que ha dicho que es la resurrección y la vida, ha clavado en la Cruz todos nuestros pecados y ha penetrado en la muerte para destruirla. Lo ha hecho porque nos ama y no le importa que, como Lázaro, hagamos también mal olor. Quiere que tú y yo, libres de las ataduras del pecado y la muerte, gocemos de nuevo de la vida para la que hemos sido creados. Este misterio es el que celebraremos en la Pascua que se avecina, y a la que nos está preparando esta Cuaresma.


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