DOMINGO I DE CUARESMA -A-
«NO SÓLO DE PAN VIVE EL HOMBRE, SINO DE TODA PALABRA QUE SALE DE LA BOCA DE DIOS»
CITAS BÍBLICAS: Gén 2, 7-9; 3, 1-7 * Rm 5, 12-19 * Mt 4, 1-11
El pasado miércoles dimos inicio al tiempo de la Cuaresma, que nos llevará hasta la Pascua, donde celebraremos la victoria del Señor Jesús sobre el pecado y la muerte.
Para entender adecuadamente la historia de salvación, es necesario conocer la relación entre el pecado del hombre y la respuesta de Dios-Padre ante ese pecado. Por eso, en la primera palabra de la Eucaristía de hoy, el Génesis, nos narra cómo, en el origen de la creación, el hombre, que había sido creado por Dios para una existencia eterna y feliz, al dar la espalda a su Creador utilizando mal su libertad, queda sumergido en el pecado y por tanto, en el sufrimiento y en la muerte.
El inmenso amor de Dios por su criatura hace que no se quede impasible ante esta nueva situación del hombre. Por eso, de inmediato, le anuncia el plan de salvación que tiene preparado para él. San Pablo nos dice que, «del mismo modo que por un hombre entró el pecado y la muerte, por otro hombre, Jesucristo, vivirán y reinarán todos los que han recibido un derroche de gracia y el don de la justificación».
En el evangelio de san Mateo vemos a ese hombre del que habla san Pablo, el Señor Jesús, que, después de su bautismo, retirado en el desierto durante cuarenta días de oración y ayuno, se prepara para dar inicio a su vida pública y a la misión para la que ha sido enviado por el Padre.
Quizá, debido a la devoción popular, tenemos idealizada la figura del Señor. No podemos olvidar que debajo de la figura del hombre se encuentra Dios. Esta percepción, sin embargo, es falsa. La persona divina del Señor quedó totalmente anonadada, de manera, que Jesús de Nazaret, no era un dios disfrazado de hombre, sino que era totalmente un hombre como tú y como yo. Con las mismas necesidades, las mismas debilidades y carencias que tenemos tú y yo. Sólo fue diferente en su imposibilidad de pecar. Prueba de lo que decimos es que, en el evangelio de hoy, lo vemos sometido a tentación por parte del maligno.
Tres son las tentaciones que ha de sufrir, que coinciden con las tres tentaciones que tiene todo hombre. Todos queremos tener asegurado el pan en nuestra vida. Queremos tener el trabajo, la familia, los bienes materiales, etc., bajo control, con todas las necesidades de nuestra vida cubiertas. El Señor responderá al maligno diciendo que hay otras cosas importantes, «Porque no sólo de pan vive el hombre».
En la segunda tentación el maligno invita al Señor a no aceptar su historia. A no aceptar que para los demás es un desconocido, un lugareño de Nazaret. Por eso le empuja a hacer un milagro. También nosotros somos tentados en nuestra historia. Con toda certeza, si tuviéramos poder, cambiaríamos muchas cosas de nuestra vida. Pongo un ejemplo: si estuviera en nuestras manos, seguro que haríamos algún retoque, algún arreglo a nuestro físico. Haríamos cambios en nuestra familia, en nuestro trabajo, etc., porque no estamos de acuerdo plenamente con lo que hemos recibido. No somos conscientes de que Dios nos ha dado aquello que es lo que más conviene a nuestra salvación.
Finalmente, el maligno incita al Señor a dar culto a los ídolos del mundo: al dinero, a las riquezas, al poder, al sexo… ídolos mudos incapaces de proporcionar una vida feliz. Como a Él, también a nosotros nos tienta mostrándonos los falsos dioses del mundo para apartarnos del culto al único Dios. El único en el que ciertamente podemos realizarnos, encontrando la verdadera felicidad y el auténtico sentido a nuestra vida.
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