DOMINGO IV DE ADVIENTO -A-
«JOSÉ DESPERTÓ E HIZO LO QUE LE HABÍA MANDADO EL ÁNGEL»
CITAS BÍBLICAS: Is 7, 10-14 * Rm 1, 1-7 * Mt 1, 18-24
Con este domingo damos inicio a la última semana de Adviento. Ya muy próxima la Navidad, en esta semana la liturgia nos prepara de una manera inmediata a celebrar el Nacimiento del Niño-Dios en Belén.
Hemos dicho con anterioridad que una de las figuras señeras del Adviento es la Virgen María. Sin embargo, el evangelio de hoy tendrá como centro la figura de José, el Carpintero de Nazaret. A través de los tiempos, y por el deseo de la Iglesia de afirmar el carácter sobrenatural del nacimiento de Jesucristo, a José, figura señera de la historia de salvación, no se le dio la importancia que merecía. Tuvieron que pasar muchos siglos hasta que, por fin, en 1870, el papa Pío IX, en el Concilio Vaticano I, declaró y constituyó a san José como Patrono Universal de la Iglesia. Recientemente, se le ha hecho justicia con un Año Jubilar dedicado a su persona, y con la inclusión de su nombre en todo los cánones de la Misa.
José, fue el humilde carpintero de Nazaret, elegido por Dios como esposo de la que había de ser Madre de su Hijo, y ser, a la vez, dentro del Pueblo Judío, el padre legal de Jesús, con todos los derechos y todas las obligaciones que ello conllevaba. Tendría como misión fundamental, enseñar al Niño Jesús a amar a Dios sobre todas las cosas, educándole como miembro del Pueblo Elegido y preocupándose de su cuidado y del cuidado de María su madre. Es el hombre al que el mismo Hijo de Dios llamó en esta tierra, padre.
El pasaje del evangelio de hoy es crucial en la historia de salvación. María acepta en la Anunciación engendrar en su seno al Hijo de Dios. Hoy, José, hace lo mismo, aceptando la misión para la que ha sido elegido por Dios. Previamente ha tenido que librar una batalla personal, al comprobar que su esposa María se encuentra grávida, tomando la decisión de repudiarla en secreto a fin de no hacerle daño. El ángel da a José, de parte de Dios, las explicaciones pertinentes, y éste, acepta de buen grado convertirse en eunuco por el Reino de los Cielos. Cuando el Señor Jesús, muchos años después utiliza en el evangelio esta expresión, sin duda, está pensando en su padre de la tierra.
En José tenemos un ejemplo excelente de aceptación de la voluntad de Dios. Sin duda, en su caso, como también en algunos que se nos presentan en la vida, esta voluntad de Dios rompe por completo los planes previstos y complica la vida. Sólo hemos de pensar cómo cambió la vida de la Virgen y también la de José, su esposo, cuando el Señor intervino en sus vidas. Podemos decir, sin embargo, que la voluntad de Dios para con nosotros, es con mucho lo mejor. Pidamos, pues, la docilidad y la obediencia tanto de María como de José, porque al final seremos nosotros los que saldremos ganando. A Dios nadie le gana en generosidad.
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