DOMINGO DE LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR -C-
«ASCENDIÓ AL CIELO Y SE SENTÓ A LA DERECHA DE DIOS»
CITAS BÍBLICAS: Hch 1, 1-11 * Ef 1, 17-23 * Lc 24, 46-53
Aunque la solemnidad de la Ascensión del Señor correspondía celebrarla el jueves pasado, en muchas partes del mundo se traslada a este séptimo domingo de Pascua.
Con el acontecimiento de la Ascensión del Señor, cumplida la misión que le había encargado el Padre, se daba por terminada su presencia física en medio de los hombres. El Señor había dicho a sus discípulos: «Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios». El señor regresaba al cielo para sentarse a la derecha de Dios, a la espera de que le fueran sometidos todos sus enemigos.
Existe el peligro de que consideremos la Ascensión como un acontecimiento más de la vida del Señor, sin embargo, no es así. La Ascensión tiene para nuestra vida una importancia primordial. Para nosotros, y debido a nuestros pecados, las puertas del cielo permanecían cerradas. Entonces, ¿qué hizo el Señor Jesús? Lo voy a decir con una expresión un tanto pintoresca que escuché hace unos días, pero que es muy gráfica. Decía así: El Señor subió al cielo y dejó la puerta abierta. De esta manera permitía que tú y yo no encontráramos ninguna dificultad para entrar en su gloria.
Otra manera de ver cómo la Ascensión del Señor afecta a nuestra vida de fe, la podemos entender si la comparamos al nacimiento de un niño. Todos sabemos que, en el momento del parto, en cuanto aparece la cabeza, el resto del cuerpo no encuentra ningún impedimento para salir por completo. Nosotros, por pertenecer a la Iglesia de Jesucristo somos su cuerpo, mientras que él es la cabeza. Si la cabeza ha entrado en el cielo, todo el cuerpo le seguirá y no encontrará ninguna dificultad para estar junto a Él en su gloria.
Más allá de lo que acabamos de comentar, la Ascensión del Señor tiene un aspecto de gran importancia para cada uno de nosotros. La Palabra dice que el señor ascendió a los cielos y se sentó a la derecha de Dios. ¿Qué significado tiene esta expresión estar sentado a la derecha de Dios? Quiere decir que, el Señor Jesús ha recibido todo poder tanto en la tierra como en el cielo. Está constituido, por tanto, como Señor y Kyrios. Señor de todo lo que a ti y a mí, pecadores, nos domina. Señor de todas aquellas inclinaciones que son más fuertes que nosotros y que nos esclavizan. Esta situación la expresa san Pablo, aunque, con otras palabras: Quiero hacer el bien, pero no puedo. La fuerza del pecado me domina. Es aquí, precisamente, en nuestra debilidad, donde se manifiesta el poder del Señor.
Cada día comprobamos que hacemos aquello que no quisiéramos hacer. Comprobamos que no podemos controlar nuestro genio. Que no podemos dejar de juzgar a los demás. Que tenemos la sexualidad descontrolada, ya sea de pensamiento o de hechos. Que nos es imposible perdonar a los que deliberadamente nos hacen daño, y tantas cosas más. Pues bien, precisamente en todas estas situaciones que nos desbordan y ante las que nos vemos impotentes, es donde se manifiesta el poder del Señor Jesús. Con Él nada hay imposible. Sólo hace falta que le invoquemos en nuestros momentos de debilidad. Que le gritemos, que le digamos: Señor Jesús, yo, si tú no me ayudas, no puedo hacer nada. Tengamos la certeza de que no nos fallará. Recordemos que la Escritura nos dice: «Todo el que invoque el Nombre (el poder) del Señor, no quedará confundido.»
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