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DOMINGO IV DE PASCUA -C-

DOMINGO IV DE PASCUA -C-

«YO CONOZCO A MIS OVEJAS Y ELLAS ME SIGUEN»

 

CITAS BÍBLICAS: Hch 13, 14.43-52 * Ap 7, 9.14b-17 * Jn 10, 27-30  

Este cuarto domingo de Pascua se ha denominado tradicionalmente “Domingo del Buen Pastor.”

Para los que somos de ciudad, urbanitas, nos resulta un poco difícil entender la especial relación que existe entre el pastor y las ovejas de su rebaño. Para el pastor, el rebaño no está formado por un conjunto de animales anónimos. El pastor ama a sus ovejas, conoce a cada una, la llama por su nombre y conoce sus preferencias y caprichos. Pastor y rebaño forman como una gran familia.

No es de extrañar, pues, que el Señor Jesús, con frecuencia, guste compararse al pastor, y se refiera a sus discípulos como a sus ovejas. Ya en el Antiguo Testamento se hace alusión a la figura de Dios-Padre, como la del pastor que apacienta a su rebaño. Lo vemos, por ejemplo, en el salmo 80 cuando se dice “Pastor de Israel, tú que guías a José como a un rebaño…” o en el salmo 22 donde el salmista dice: “El Señor es mi pastor, nada me falta…”

Sin duda, esta alusión a Dios como pastor de su pueblo que el Señor Jesús usa repetidas veces, tiene como razón de ser el hecho de que el pueblo de Israel en sus orígenes era un pueblo nómada, que se dedicaba al pastoreo (recordemos a Abraham). Por tanto, sus gentes, conocen de primera mano la especial relación que existe entre el pastor y sus ovejas.

El paralelismo entre la figura del pastor y la figura del Señor Jesús es evidente. El pastor conoce a sus ovejas una a una y las llama por su nombre. También el Señor nos conoce a ti y a mí por nuestro nombre, y conoce también lo que necesitamos para ser felices. De la misma manera que el pastor busca pastos frescos para alimentar a sus ovejas, nuestro Pastor, nos alimenta con su Palabra y con los Sacramentos. El buen pastor arriesga su vida, e incluso llega a perderla, defendiendo a sus ovejas de los ataques de las fieras salvajes. También el Señor Jesús, para librarnos del maligno y del pecado, no tuvo inconveniente en entregar por nosotros hasta la última gota de su sangre.

Podemos preguntarnos, ¿cómo corresponden las ovejas a los cuidados del pastor? Con su obediencia, y con su docilidad. Veamos cómo nos lo dice hoy el Señor: «Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna; no perecerán para siempre y nadie las arrebatará de mi mano.» Significa esto que, nuestra seguridad, nuestra salvación, depende de que tú y yo, estemos atentos a la voz del Pastor, y al mismo tiempo estemos dispuestos a obedecer aquello que nos indique. No es tarea fácil, porque por nuestro pecado, sin duda, no poseemos la docilidad de las ovejas. Sin embargo, es cierto que sabemos por experiencia que cuando más felices somos, es cuando más cerca estamos de nuestro Pastor.

Hoy no podemos gozar de la presencia física de nuestro Pastor, por eso él, conociendo esta circunstancia, ha dispuesto que otros pastores que le son fieles, ocupen su lugar y estén dispuestos también a entregar su vida por las ovejas. A nosotros corresponde ver en ellos la figura del único Pastor, estando dispuestos a obedecer aquellas indicaciones que, por amor y para nuestro bien, nos hagan.

 

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