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DOMINGO I DE ADVIENTO -C-

DOMINGO I DE ADVIENTO -C-

«CUANDO SUCEDAN ESTAS COSAS, LEVANTAOS, ALZAD LA CABEZA; SE ACERCA VUESTRA LIBERACIÓN»

 

 

CITAS BÍBLICAS: Jer 33, 14-16 * 1Tes 3,12—4,2 * Lc 21, 25-28.34-36

Damos comienzo con este domingo al Adviento, y con él a un nuevo año litúrgico. La mayoría de las lecturas que la Iglesia nos ofrecerá estarán tomadas del evangelio de san Lucas, que es el que corresponde al ciclo litúrgico C, que es el que iniciamos hoy.

Las lecturas de este primer domingo de Adviento seguirán la misma línea, que las que vimos en el penúltimo domingo del año hace quince días. De este modo, el final del año y el inicio del nuevo, convergen al anunciar los dos, cada uno de un evangelista distinto, la segunda venida del Señor. Esta circunstancia es natural ya que, durante la primera parte de este tiempo litúrgico, hasta el día 17 de diciembre, la Iglesia nos hace presente la segunda, la última venida del Señor.

San Lucas nos narra con detalle los terribles acontecimientos que sucederán en toda la creación, y de cómo el miedo y la ansiedad se apoderará de los hombres. Serán días terribles que precederán a la venida del Hijo del Hombre, que se hará presente con gran poder y majestad.

En el evangelio, el Señor nos previene para que nos mantengamos alerta y que no nos dejemos arrastrar, ni por los placeres, ni por los agobios de la vida. El Señor vendrá de improviso y caerá como un lazo. Lo importante es que, «estemos despiertos pidiendo fuerza, para escapar de todo lo que está por venir, a fin de poder mantenernos en pie delante del Hijo del Hombre».

Aunque estos hechos parezcan sacados de una narración de ciencia ficción, no hay nada más cierto. El universo creado por Dios, no es eterno. Tuvo un principio y tendrá así mismo un fin. Cuando será, no podemos averiguarlo. Razón de más para mantenernos en constante alerta. No hemos de vivir con el corazón oprimido, pero tampoco podemos actuar como si estos hechos no fueran con nosotros.

Los creyentes, los que creemos en el Señor Jesús, tenemos una gran ventaja sobre el resto de los hombres. Sabemos por experiencia que, siempre que el Señor ha aparecido en nuestra vida lo ha hecho para salvar, y lo hará también cuando para nosotros venga, no al final de los tiempos, sino al final de nuestro tiempo, al final de nuestra vida. Un momento que no sabemos cuando tendrá lugar, pero tenemos la certeza de que antes o después llegará. Por gracia de Dios, para ti y para mí, esta circunstancia no debe amedrentarnos. Recordemos lo que nos dice san Pablo: «No hay condenación para los que están en Cristo Jesús». Por eso, si en vez de mirar nuestra miseria y nuestros pecados, lo miramos a Él, que es misericordia y amor, por esa misericordia y amor, podremos mantenernos en pie sin temor a su venida.

 


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