DOMINGO XI DEL TIEMPO ORDINARIO -B-
«EL REINO DE DIOS SE PARECE A UN GRANO DE MOSTAZA»
CITAS BÍBLICAS: Ez 17,22-24 * 2Cor 5,6-10 * Mc 4,26-34
Al igual que hace en otras ocasiones, el Señor Jesús, en el evangelio de hoy recurre a las parábolas para hacer más asequible su doctrina. La gente que le sigue, por lo general, es una gente sencilla que conoce muy bien los trabajos del campo, y que por tanto comprende perfectamente todo lo relativo al cultivo y cuidado de todo tipo de plantas y hortalizas.
En la primera parábola de hoy el Señor compara el Reino de Dios a lo que ocurre con una semilla. Una vez que el labrador la deposita en la tierra, sin que él sepa cómo, germina y crece porque tiene en su interior el germen de vida necesario para desarrollarse, independientemente de la voluntad del labrador. También la Palabra de Dios, cuando cae en una tierra fértil, arraiga, crece, y al final da el fruto correspondiente. Significa esto que, con tal de que nosotros no la rechacemos conscientemente, la Palabra tiene el potencial necesario para desarrollarse en nuestro interior y fructificar. No depende, pues, de nuestro esfuerzo en entenderla, es suficiente que la aceptemos y la dejemos obrar en nuestra vida.
El Señor Jesús sigue diciendo que el Reino de Dios se parece a un grano de mostaza. ¿Por qué, podemos preguntarnos, elige una semilla tan pequeña? La semilla de mostaza es, probablemente, la más pequeña de las semillas de las hortalizas, pero, sin embargo, después que brota, se hace más alta que las demás hortalizas, hasta el punto que los pájaros pueden anidar en sus ramas.
Nosotros nos preguntamos: ¿Por qué el Señor Jesús para hablar del Reino de Dios, que es la Iglesia, recurre a compararlo con la más pequeña de las semillas? Sin duda, para que se cumplan las palabras de la Escritura: «Dios se complace en el humilde, pero mira al soberbio desde lejos». El Señor, para fundar su Iglesia, no elige a hombres inteligentes, cultos y poderosos, sino que elige a lo pequeño, a lo que vale poco: sencillos pescadores y cobradores de impuestos. Con ellos lleva adelante la inmensa obra de su Iglesia. Elige a lo pequeño, para confundir a los sabios y poderosos.
A ti y a mí, quizá nos resulte difícil vernos reflejados en la figura de los primeros discípulos. En el fondo estaos convencidos de que nosotros valemos, de que no somos unos sencillos patanes. Sin embargo, no es así. Si estamos llamados a la Iglesia, es porque el Señor, que nos conoce mejor que nos conocemos nosotros, está al tanto de nuestra pobreza. Él está empeñado en hacer valer lo que no vale, de manera, que los demás, que nos conocen, cuando nos vean realizar obras grandes, nunca pensarán que son fruto de nuestra valía, sino de la obra del Señor en nuestras vidas.
Nosotros somos, aunque a veces no estemos muy convencidos, estériles en buenas obras. Si algo bueno hacemos es por la fuerza del Señor y la de su Santo Espíritu. Es ella la que obrando en nosotros nos hace capaces de hacer obras de vida eterna. Si de algo podemos gloriarnos es, precisamente, de la obra llevada a cabo en nosotros por la fuerza del Señor. Si contemplamos nuestra vida siendo objetivos y sin ninguna pasión, nos identificaremos con esa pequeña semilla de mostaza, símbolo de la Palabra que un día se nos anunció, y que hoy, sin mérito por nuestra parte, ha crecido y está dando frutos de vida eterna.
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