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DOMINGO VI DE PASCUA -B-

DOMINGO VI DE PASCUA -B-

«ESTO OS MANDO: QUE OS AMÉIS UNOS A OTROS»

 

CITAS BÍBLICAS: Hch 10,25-26.34-35.44-48 * 1Jn 4,7-10 * Jn 15,9-17

En el evangelio de san Juan, a los capítulos 14 al 17 se los conoce como el Discurso de Despedida, ya que faltan sólo unas horas para que dé comienzo la Pasión, y el Señor habla a los suyos queriendo dejarles como su testamento. El fragmento del evangelio que se proclama hoy, pertenece a este discurso.

El Señor sabe que está próxima su partida, y tiene la necesidad de dar a sus discípulos las últimas instrucciones o recomendaciones. El discurso es muy denso y tiene un gran contenido. Son muchas las cosas que el Señor desea decirles antes de partir. Son tantas que hasta llega a decirles: «Mucho tengo todavía que deciros, pero ahora no podéis con ello».

¿Cuál es el deseo más ferviente del Señor? Que sus discípulos se amen unos a otros como Él los ha amado. Así lo expresa hoy cuando les dice: «Éste es mi mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado». ¿Por qué este interés, podemos preguntarnos? La respuesta es muy sencilla. El fin último del hombre, el tuyo y el mío, el único que puede llenar por completo la vida, es el encuentro personal con el Señor. Si la Escritura dice que a Dios nadie lo ha visto jamás, ¿cómo podremos descubrir al Señor?

Dice san Juan: Dios es amor, y donde está el amor allí está Dios. No cabe duda, pues, que allí donde se manifieste el amor estará el Señor. Por tanto, si la misión a la que nos llama el Señor es hacerle presente en cada generación, allí en donde se dé el amor entre los discípulos, aparecerá el Señor. Por supuesto, que no estamos hablando del amor humano. El amor del que nos habla el Señor es el mismo con el que Él ha amado a los suyos. Y ¿cómo los ha amado? Con una entrega total, sin límites, san Juan dirá, hasta el extremo.

El amor del que nos habla el Señor es totalmente desconocido para el mundo. Es el mismo amor que une al Padre con el Hijo y con el Espíritu Santo. Es la misma esencia de Dios. Quiere decir esto, utilizando una expresión humana, que la materia de la que está hecho Dios, es el amor. Por eso el mandato del Señor es: «Que os améis unos a otros. Esta será la señal de que sois mis discípulos».

Amar en esta dimensión es totalmente imposible para nosotros. De ahí que el Señor derrame sobre nosotros su Espíritu Santo. Es el Espíritu Santo el encargado de morar en nuestro interior para capacitarnos a amar en la misma dimensión en la que el Señor Jesús nos ha amado. Es Él el que nos ha elegido para realizar en nosotros esta obra admirable. Lo dice hoy en el evangelio: «No sois vosotros los que me habéis elegido, soy yo quien os he elegido; y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto dure».

Somos muy afortunados. Tú y yo, pecadores, sin ningún merecimiento, hemos sido elegidos por el Señor Jesús para ser miembros activos en el plan de salvación que Dios-Padre ha diseñado para todos los hombres. Somos instrumentos en sus manos y a la vez los primeros beneficiarios. Lo único que nos pide es que seamos dóciles, que, como la arcilla en manos del alfarero, nos dejemos modelar. La obra es suya, y será Él el que la lleve a término.


 


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