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DOMINGO V DE CUARESMA -B-

DOMINGO V DE CUARESMA  -B-

«EL QUE SE ABORRECE A SÍ MISMO EN ESTE MUNDO, SE GUARDA PARA LA VIDA ETERNA.».

 

CITAS BÍBLICAS: Jer 31, 31-34 * Heb 5, 7-9 * Jn 12, 20-30

San Juan nos cuenta en el evangelio de hoy, que la fama del Señor Jesús ha crecido hasta tal punto, que incluso unos gentiles que han llegado a Jerusalén para celebrar las fiestas, sienten el deseo de conocerlo personalmente. Se acercan por ello a Felipe el de Betsaida y le dicen: «Señor, quisiéramos ver a Jesús». Felipe, quizá un poco extrañado, se lo comenta a Andrés, y los dos, Andrés y Felipe, se lo dicen al Señor.

La respuesta del Señor es un poco desconcertante. Nosotros, seguramente, hubiéramos respondido de otro modo. Para nosotros, el hecho de que unos forasteros desconocidos pretendieran conocer al Señor, hubiera sido motivo de satisfacción. Nos hubiera alegrado que su fama llegara más allá de las fronteras de Israel.

No es esa visión la que tiene el Señor Jesús. Él sabe que únicamente ha sido enviado a buscar las ovejas perdidas de la casa de Israel, como dice en otro momento del evangelio. Por eso, ante la pretensión de estos gentiles, responde: «Ha llegado la hora de que sea glorificado el Hijo del Hombre». Dicho de otra manera, a través de aquel acontecimiento descubre que su misión está llegando a su fin.

A continuación, el Señor añade: «Os aseguro, que si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto. El que se ama a sí mismo en este mundo, se pierde, y el que se aborrece a sí mismo en este mundo, se guardará para la vida eterna». Ese grano de trigo del que habla el Señor, no es otro que Él mismo. Él sabe que ha venido al mundo, precisamente, para morir. Para entregar su vida en rescate de todos nosotros, a fin de reconciliarnos con el Padre.

Destacamos de este pasaje dos aspectos que inciden directamente en nuestra vida de fe. En primer lugar, el Señor nos enseña a saber leer los acontecimientos de cada día. Dios-Padre continúa interviniendo en tu vida y en mi vida. Ahora ya no lo hace mediante palabras. Lo sigue haciendo a través de lo que cada día nos sucede. Por eso, de la misma manera que el Señor Jesús ve en el interés de aquellos extranjeros que quieren verle, que la misión llega a su fin, también nos da a nosotros, sus discípulos, el don de discernimiento, para saber leer en los acontecimientos de cada día, cuál es la voluntad de Dios, qué es lo que en cada momento quiere decirnos.

El otro aspecto a tener en cuenta es que, a nosotros, que somos sus discípulos, nos llama a entregar nuestra vida en bien de todos los que nos rodean. Nos llama a morir por nuestro marido o por nuestra esposa. Morir por nuestros hijos y familiares, por nuestros vecinos y compañeros de trabajo, etc. Nos dice que no tengamos miedo en perder nuestra vida, porque sólo el que pierde esta vida alcanza a tener la verdadera vida. Si nos encerramos en nosotros mismos, si queremos defender nuestra vida, al final lo único que conseguiremos es perderla. Si sólo nos amamos a nosotros mismos, y somos incapaces de darnos a los demás, nunca daremos fruto y quedaremos como el grano de trigo que cae, y por resistirse a morir, queda infecundo.

A simple vista, esta misión a la que nos llama el Señor, nos puede parecer algo imposible. Tú y yo, que somos egoístas integrales, ¿cómo vamos a poder darnos a los demás olvidándonos de nosotros mismos? Sin embargo, como este negocio a quien le interesa es al Señor, será Él el que derrame en nosotros su Espíritu para que podamos llevar adelante esta misión. Como compensación, viviremos una vida plena y feliz como no podemos imaginar. Algo que el mundo ignora, y que será un anticipo de la vida eterna.


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