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DOMINGO IV DE ADVIENTO -B-

DOMINGO IV DE ADVIENTO  -B-

«AQUÍ ESTÁ LA ESCLAVA DEL SEÑOR, HÁGASE EN MÍ

SEGÚN TU PALABRA»

 

CITAS BÍBLICAS: 2Sam 1-5.8b-12.14a.16 * Rm 16, 25-27 * Lc 1, 26-38

Llegamos al final del Adviento. Durante los tres domingos anteriores, la Palabra nos ha anunciado la segunda venida del Señor, sin hacer un hincapié demasiado especial en su primera venida, que tuvo lugar en Belén hace más de dos mil años.

En este domingo, como una preparación inmediata a este acontecimiento que ha supuesto un antes y un después en la historia de la humanidad, la Iglesia nos propone un evangelio realmente entrañable.  En él, tiene lugar el diálogo más importante, más primordial, de toda la Historia de Salvación.

Se trata del diálogo mantenido por una jovencita de Nazaret llamada María, con un ángel enviado por Dios llamado Gabriel. Del resultado de este diálogo depende el cumplimiento de las promesas hechas por Dios al Pueblo de Israel, desde tiempo inmemorial.

El saludo del ángel deja perpleja a la joven María: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo; bendita tú entre las mujeres». A continuación, el ángel Gabriel le da la gran noticia: «Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo y le pondrás por nombre Jesús. Será grande y se llamará Hijo del Altísimo…». María, queda atónita, pero no opone resistencia a lo anunciado por el ángel. Únicamente pregunta: «¿Cómo será eso, pues no conozco varón?». El ángel la tranquiliza diciendo: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por es el santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios». La respuesta de María no se hace esperar: «Aquí está la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra».

Hemos dicho al principio que se trataba de un pasaje del evangelio realmente entrañable. Es entrañable por la delicadeza, la profundidad y a la vez la importancia que encierra este diálogo de la Virgen con el ángel. Pero, no es menos entrañable por el significado que tiene para nuestra vida de fe.

Hemos de considerar que, con la respuesta de María, una criatura nueva empieza a formarse en el seno de la Virgen. La obra del Espíritu Santo a través de la palabra del ángel, obra esa maravilla. Del mismo modo obra en cada uno de nosotros la Palabra de Dios, la Palabra de la Salvación, el Kerigma. También en nosotros, por obra del Espíritu Santo, en el bautismo, se inició la gestación de un hombre nuevo. Un hombre nuevo que crece a impulsos de la Palabra y la predicación de la Iglesia. La misma maravilla que tuvo lugar en el seno de la Virgen, cuando aceptó la voluntad de Dios, tiene lugar en nuestro interior al quedar destruido el hombre viejo fruto del pecado, dando paso a una nueva criatura que tiene a Dios como Padre.  

Por esto, el pasaje de la Anunciación del Evangelio de hoy, es para todos aquellos que, como María, aceptamos la voluntad de Dios, una gran noticia. Tú y yo, por la fuerza del Espíritu Santo y a través de la Palabra, podemos ser testigos de cómo en nuestro interior se desarrolla un hijo de Dios, un nuevo Cristo. La única condición que existe para que esto sea una realidad, es pedir al Señor que nos conceda la misma docilidad de María. Que nosotros, por la fuerza del Espíritu Santo, estemos dispuestos a decirle al Señor: «Aquí está la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra».


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