DOMINGO XXIII DEL TIEMPO ORDINARIO -A-
«TODO LO QUE ATÉIS EN LA TIERRA QUEDARÁ ATADO EN EL CIELO»
CITAS BÍBLICAS: Ez 33, 7-9 * Rm 13, 8-10 * Mt 18, 15-20
Es posible que haya muchos creyentes preocupados por obedecer al Señor cumpliendo los Mandamientos, que nunca se han detenido a considerar cuál es el eje principal de cada uno de ellos. No han descubierto cuál es el denominador común de la Ley de Dios. Les preocupa amar de Dios, no blasfemar, santificar las fiestas, no matar, no fornicar, no robar, no mentir, etc., considerando cada uno de los mandamientos de una manera individual, cuando la realidad es que todos hacen referencia a un solo mandamiento: amar al prójimo como a uno mismo.
A esto que acabamos de afirmar hace referencia san Pablo con una claridad meridiana en la epístola. Lo expresa así: «El que ama tiene cumplido el resto de la ley». De manera que cuando eres dócil y obedeces a tus padres, es porque los amas. Cuando respetas la vida de los demás y evita hacerles un daño físico, es porque los amas. No fornicar o no adulterar, es también un signo de que amas al otro y lo respetas. Cuando no te apoderas de sus bienes, no mientes, etc., etc., lo que te mueve a obrar así es el amor. Se entiende ahora el final de la epístola, cuando san Pablo dice: «Por eso amar es cumplir la ley entera».
El evangelio de hoy transcurre también siguiendo la misma línea. Trata de lo que se conoce como la corrección fraterna. Todos nosotros nos equivocamos muchas veces porque somos imperfectos, y, aún cuando deseamos hacer las cosas bien, no siempre acertamos en su realización. Lo dice san Pablo en su carta a los Romanos: «Desear hacer el bien lo tengo a mi alcance, pero no el realizarlo» «Quiero hacer el bien y es el mal el que se me presenta» Por eso hoy, el Señor Jesús, que conoce mejor que nosotros nuestra condición pecadora, nos dice: «Si tu hermano peca, repréndelo a solas entre los dos. Si te hace caso, has salvado a tu hermano».
Esta reprensión, como ya hemos dicho, es lo que se conoce como corrección fraterna, y ha de hacerse siempre por amor. Quiere decir esto, que no hemos de corregir al hermano humillándole, lo corregimos porque lo queremos. De ahí que el Señor recomiende corregirlo en privado, para que no quede en una situación desairada delante de los demás.
Hemos dicho muchas veces que como cristianos hemos de defender siempre la verdad, pero sin convertirnos en jueces y teniendo en cuenta que con la verdad podemos matar al otro. Queremos decir que, sin renunciar a la verdad, en toda corrección ha de estar presente la misericordia. Tú no pretendes aplastar al otro poniéndolo en la verdad, sino que procuras que, aunque la verdad escueza, quede claro que lo corriges porque lo amas y deseas su bien. Si obramos así, si nos mueve el amor al hermano, se cumplirá todo lo que nos dice el Señor: «Todo lo que atéis en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desatéis en la tierra quedará desatado en el cielo».
Al final del evangelio de hoy, el Señor Jesús hace hincapié en la importancia de la oración en común y nos dice: «Si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo, se lo dará mi Padre del Cielo, porque donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos». Como veis, palabras consoladoras, porque nos dan la certeza de la presencia cercana del Señor en nuestra vida.
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