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DOMINGO XIV DE TIEMPO ORDINARIO -C-

DOMINGO XIV DE TIEMPO ORDINARIO -C-

«ID Y ANUNCIAD A TODAS LAS GENTES: ESTÁ CERCA DE VOSOTROS EL REINO DE DIOS»

 

CITAS BÍBLICAS: Is 66, 10-14c * Gál 6, 14-18 * Lc 10, 1-12.17-20

Este evangelio es para nosotros de gran actualidad. El Señor Jesús elige a aquellos que van a ser sus colaboradores inmediatos en la misión que le ha encomendado el Padre: el anuncio de la Buena Nueva a toda la creación. Su encarnación no tiene otra finalidad que la de hacer llegar a todos los hombres, la gran noticia de que el amor del Padre, a pesar de los pecados de la humanidad, también de los tuyos y los míos, está por encima de toda transgresión. Que Él, a diferencia de lo que nosotros solemos hacer, no se reserva la nota de cargo para presentarnos un día la factura de todo lo malo que hayamos hecho.

Era necesario, pues, que, en aquella generación, todos conocieran este amor que era totalmente gratuito, es decir, que no exigía nada del hombre para que este lo recibiera. Ante una misión tan importante y a la vez tan ingente, escuchemos cómo lo dice Él, «La mies es abundante y los obreros pocos». El Señor Jesús necesita colaboradores, necesita bocas que anuncien por todas partes la Buena Nueva. Por eso vemos hoy, cómo hace con los discípulos una primera experiencia. Los envía de dos en dos a todos los pueblos y lugares donde él tiene previsto pasar, y les da instrucciones muy concretas de qué es lo que deben hacer, resumiendo su trabajo con el anuncio de la frase: «Está cerca de vosotros el reino de Dios».

Hemos empezado haciendo alusión a la gran actualidad que hoy tiene este evangelio, porque la misión que el Padre encomienda a su Hijo, y que este a su vez pone en nuestras manos, es totalmente intemporal, es decir, no halla solo cumplimiento en un momento de la historia, sino que ha de llevarse a cabo hasta la consumación de los siglos. El anuncio del Reino y de la salvación que hemos obtenido por la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor, ha de llegar a todas las generaciones. Los hombres de todos los tiempos, tienen, porque así lo ha dispuesto el Padre, el derecho de conocer esta salvación.

El testigo, como en las carreras de relevos, lo tenemos hoy en nuestras manos. Hoy es a nosotros a los que el Señor Jesús dice: «¡Poneos en camino! Y anunciad a todas las gentes que está cerca el reino de Dios». El Señor al llamarnos a la fe nos ha dado abundantes gracias. Estas gracias no se nos dan para nuestra salvación individual. Esas gracias las derrama sobre nosotros en función de la misión que nos encomienda, por eso, en otra parte del evangelio, nos recuerda: «Lo que habéis recibido gratis, dadlo gratis».

Quizá algunos piensen que eso de predicar no va con ellos. Muy bien, hay dos maneras de evangelizar: la predicación y el testimonio personal. Las dos formas son válidas y las podemos usar indistintamente. No es preciso tener gran elocuencia, basta con saber decir una palabra de ánimo a aquellos que vemos atribulados y en sufrimiento. Una palabra en la que les hagamos presente el amor de Dios, aún en los momentos más tristes de la vida. Que sepan que Dios es Padre y no abandona nunca a sus hijos; que está siempre cercano cuando se le invoca.

La otra forma de evangelizar y que todos podemos llevar a cabo, es nuestro testimonio, nuestra forma de vida. Dice el Señor en el Sermón del Monte: «Para que, viendo vuestras buenas obras, glorifiquen a vuestro Padre que está en el cielo». El testimonio de vida es quizá la forma más eminente y eficaz de evangelización. Dice la sabiduría popular, que “Predicar no es dar trigo”, por eso convencerá mucho más tu manera de actuar que mil palabras.

Tú, con frecuencia, atraviesas en la vida momentos de gran tribulación y sufrimiento. ¿Cuál es tu respuesta? ¿Cómo reaccionas? Si los demás ven en ti que no reniegas, que a pesar de todo no has perdido la paz y que aceptas no con resignación, sino con serenidad lo que es voluntad de Dios, sabiendo que un padre nada malo puede dar a sus hijos, entonces comprenderán que esa manera de actuar no está basada en tus fuerzas, sino que la fuerza te viene de lo alto. De esta manera evangelizarás, porque harás presente en la vida de los demás, la obra del Señor en tu vida.  


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