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DOMINGO VI DE PASCUA -C-

DOMINGO VI DE PASCUA -C-

«ME VOY, PERO VOLVERÉ A VUESTRO LADO»

 

CITAS BÍBLICAS: Hch 15, 1-2.22-29 * Ap 21, 10-14.22-23 * Jn 14, 23-29

El evangelio de este domingo está sacado del llamado Discurso de Despedida del evangelio de san Juan, que tiene lugar en le celebración de la Cena de Pascua.

El Señor sabe que su Pasión es inminente, y en un largo discurso condensa las últimas recomendaciones antes de su partida. El fragmento de hoy empieza diciendo: «El que me ama guardará mi palabra y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él». Vemos, pues, la importancia de la Palabra. Cristo mismo es la Palabra, es la Palabra del Padre. Una palabra con potencia para cambiar la vida de aquellos que la escuchan y la guardan. Una manera de expresar el amor, el aprecio que sentimos hacia el Señor, es precisamente aceptar todo aquello que sale de su boca, convencidos de que a través de esa palabra nos llega la felicidad y la vida.

El Señor Jesús sabe que es mucho lo que quiere decir a sus discípulos y que con toda seguridad no pueden ahora con ello. Por eso promete el envío del Espíritu Santo para que sea él, el que abra sus inteligencias para comprenderlo todo, y a la vez les recuerde todas sus enseñanzas.

A continuación, el Señor dice a sus discípulos: «La Paz os dejo, mi paz os doy: No os la doy como la del mundo». La Paz que trae el Señor es muy diferente a la que nos ofrece el mundo. La paz del mundo proviene de circunstancias externas a nosotros, que pueden variar. Los acontecimientos del día a día pueden romper esa paz con mucha facilidad. La salud, el dinero, la diversión, la familia, etc., pueden hacernos la vida más o menos agradable, pero se trata de algo momentáneo que puede cambiar de repente. La Paz que nos trae el Señor brota de nuestro interior, de manera que los acontecimientos externos, aunque sean negativos, no pueden romperla. Esa Paz interior nace de tener la certeza del amor de Dios, que no hace distinción de personas y que nos ama profundamente a pesar de nuestras deficiencias y pecados. La mejor fuente de Paz interior es, pues, sabernos amados por Dios sin condiciones.

Después, el señor, sabiendo las dificultades que se encontrarán los discípulos cuando él no esté a su lado, les dice: «Que no tiemble vuestro corazón ni se acobarde… me voy, pero volveré a vuestro lado». Y les advierte: «Os lo he dicho ahora antes de que suceda, para que cuando suceda, sigáis creyendo».  Esta situación también podemos experimentarla nosotros. Sucede que tener paz interior cuando todas las cosas nos van bien, es relativamente fácil, pero cuando en la vida llegan los nubarrones, llegan acontecimientos que no podemos controlar, como enfermedades, problemas económicos serios, diferencias insalvables entre familiares, y otros tantos, parece que la presencia del Señor desaparezca de nuestras vidas. Nos da la sensación de quedarnos solos. Para esos momentos es para cuando el Señor nos dice: «Que no tiemble vuestro corazón ni se acobarde…», yo estoy cerca de vosotros, aunque no me veáis.

Hay otros momentos en los que, aparentemente, el Señor desaparece de nuestra vida. Son momentos de sequedad como los que pasó, por ejemplo, santa Teresa de Jesús. El Señor permite estas ausencias aparentes, para que nos sirvan de acicate a fin de que lo busquemos con mayor intensidad. Es el Esposo que desaparece de la vida de la esposa, que somos nosotros, para que deseemos con mayor vehemencia su compañía. Hoy, para tranquilidad nuestra, nos dice como a sus discípulos: «Que no tiemble vuestro corazón. Me voy, pero volveré a vuestro lado».  


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