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DOMINGO III DEL TIEMPO ORDINARIO -C-

DOMINGO III DEL TIEMPO ORDINARIO  -C-

«HOY SE CUMPLE ESTA ESCRITURA QUE ACABÁIS DE OÍR»

 

CITAS BÍBLICAS: Neh 8, 2-4a * 1Cor 12, 12-30 * Lc 1, 1-4; 4, 14-21

El fragmento del evangelio que la Iglesia nos propone para este domingo, pertenece al evangelio según san Lucas. San Lucas era el más culto de los cuatro evangelistas y escribió en griego. Era médico y acompañó a san Pablo en alguno de sus viajes, que lo cita como al “querido médico.” Hoy se proclamarán los cuatro primeros versículos del capítulo primero de su evangelio.

San Lucas desea transmitir a sus lectores con exactitud, narrándolos según su orden, los acontecimientos que han tenido lugar referentes a la vida del Señor Jesús. Toma como base todas las tradiciones que transmitieron aquellos que fueron testigos presenciales, y que luego expusieron al predicar la Palabra. Quiere de esta forma que conozcamos la solidez de las enseñanzas que ahora en su evangelio nos transmite.

Debemos estar agradecidos al Señor, porque inspiró a san Lucas la realización de este trabajo, que es Palabra de Dios, y que viene en nuestra ayuda para dar fortaleza a nuestra fe.

Terminado este preámbulo vemos en el evangelio de hoy al Señor Jesús que, después de haber recibido el Bautismo de Juan, se dirige a Galilea, concretamente a su ciudad de Nazaret. Es sábado y, según su costumbre, acude a la sinagoga. Se levanta en el momento de hacer la lectura y le entregan el Libro del profeta Isaías. Lo desenrolla y lee el siguiente pasaje: «El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha enviado a dar la Buena noticia a los pobres, para anunciar a los cautivos la libertad, y a los ciegos la vista. Para dar libertad a los oprimidos; para anunciar el año de gracia del Señor». Terminada la lectura se dirige a la asamblea diciendo: «Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír.”

Ciertamente, en la persona del Señor Jesús hallaban cumplimiento aquellas palabras del profeta Isaías. Era cierto que el Espíritu Santo que en el Jordán se había manifestado como una paloma, estaba sobre el Señor que traía una palabra de consuelo a los pobres, a los despreciados de la sociedad. Venía a salvar a los que vivían en esclavitud liberándolos de la opresión. Venía a devolver la vista a los ciegos y, finalmente, a anunciar un año de gracia del Señor.

Hoy, el Señor Jesús, presente en su Iglesia, continúa salvando a los pobres, a los ciegos, a los que padecen esclavitud. A ti y a mí que, aunque estamos convencidos de que vemos, estamos en muchas ocasiones cegados por nuestro egoísmo. Somos incapaces de ver que junto a nosotros hay gente que sufre, hay gente que nos necesita. Somos también esclavos del trabajo, de la familia, de la salud, de nuestros vicios, aunque intentamos disimularlos. Somos esclavos, así mismo, del dinero que es el que, en último término, rige nuestra sociedad.

La salvación del Señor es actual, no pasa de moda, porque ciegos, esclavos, pobres, gente necesitada de una palabra de consuelo, como tú y como yo, existirá siempre. Por eso, somos nosotros los que necesitamos experimentar la salvación que para el día a día trae el Señor, reconociendo nuestra pobreza, nuestra limitación, nuestra incapacidad de obrar según la voluntad del Señor. Este reconocimiento es necesario porque si no reconocemos nuestras limitaciones y nuestras faltas, difícilmente buscaremos solución para ellas. Al mismo tiempo, no hemos de escandalizarnos al descubrir nuestra pobreza y nuestros pecados, porque, precisamente, el Señor ha venido a salvar a los que estaban perdidos, a los que son como tú y como yo.


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