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DOMINGO XVII DEL TIEMPO ORDINARIO -B-

DOMINGO XVII DEL TIEMPO ORDINARIO -B-

«COMIERON Y SE SACIARON»

 

CITAS BÍBLICAS: 2Re 4,42-44 * Ef 4, 1-6 * Jn 6, 1-15  

A diferencia de las semanas anteriores, el evangelio de este domingo no pertenece a san Marcos sino que está tomado del evangelio según san Juan. Esto ocurrirá también en las próximas semanas. Hoy, el evangelista nos narra uno de los signos, así llama él a los milagros, que el Señor realiza ante una gran multitud de gente que lo acompaña a todas partes.

La situación es la misma que nos narraba san Marcos la semana pasada. Jesús, buscando un lugar apartado y tranquilo, atraviesa el lago, llega a la otra orilla y encuentra ante sí un enorme gentío que le sigue atraído por las curaciones que realiza en los enfermos. El Señor contempla a la multitud y le dice a Felipe: «¿Con qué compraremos panes para que coman éstos?». San Juan añade: «se lo pregunta para tantearle, pues él bien sabe lo que va a hacer». Felipe, un tanto extrañado por la pregunta, le responde: «doscientos denarios de pan no bastan para que a cada uno le toque un pedazo».

La historia se repite. En la primera lectura hemos visto al criado del profeta Eliseo que le pregunta: «¿Qué hago yo con esto?, ¿veinte panes de cebada, para dar de comer a cien personas?». Hoy, el Señor Jesús sólo dispone de cinco panes y dos peces, y repite la misma acción que Eliseo. Después de hacer la acción de gracias, ordena a sus discípulos que repartan los panes y los peces entre todos los asistentes. El prodigio se repite. En aquella ocasión dice la Palabra, «comieron y sobró». En esta ocasión el evangelista nos dice: «Comieron y se saciaron». La diferencia entre los dos pasajes estriba en que Eliseo dio de comer con veinte panes a cien personas, mientras que el Señor Jesús con solo cinco alimenta a cinco mil, sin contar mujeres y niños.

Después de comer todo lo que han querido y de quedar saciados, el Señor dice a sus discípulos: «Recoged los pedazos que han sobrado, que nada se desperdicie». Los recogen y llenan con ellos doce canastas.

Con este milagro, el Señor Jesús pone de manifiesto qué Él es el enviado del Padre, el profeta anunciado desde antiguo en las Escrituras, que iba a venir para salvar a todos los hombres. Los presentes, que conocen bien la Escritura, al ser testigos de este prodigio, no tienen la menor duda de que aquel es el Mesías, por eso exclaman: «Éste sí que es el profeta que tenía que venir al mundo».

Este signo, la multiplicación de los panes, con el que Señor da alimento material y sacia el hambre física de aquellos miles de personas, preanuncia ya el alimento que el Señor Jesús tiene preparado para todos sus discípulos. Si estos panes han servido de comida a aquellas gentes, aquel otro alimento saciará el hambre de amor y de vida eterna que todos experimentamos cada día. Será en los evangelios de las próximas semanas donde el Señor nos hablará de ese pan, de ese alimento que libra al que lo come de la muerte y le proporciona la vida eterna.

Hay un detalle en el evangelio de hoy que queremos resaltar. Después que las gentes comen y se sacian, el Señor dice a sus discípulos: «Recoged los pedazos que ha sobrado, que nada se desperdicie». Dice el evangelista que con los pedazos que recogieron se llenaron doce canastas. Este número doce hace alusión directa al número de apóstoles del Señor y nos hace presente la evangelización. Ellos serán los encargados de hacer llegar esa comida, la comida de la Palabra, a todas las partes del mundo.

Aunque no estuvimos en la multiplicación de los panes y de los peces, también hasta nosotros ha llegado ese alimento que es capaz de saciar nuestra sed de felicidad, que es capaz de hacernos saborear ya aquí la vida eterna.  

 

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