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DOMINGO XV DEL TIEMPO ORDINARIO -B-

DOMINGO XV DEL TIEMPO ORDINARIO -B-

«ANUNCIAD QUE EL REINO DE DIOS HA LLEGADO»

 

CITAS BÍBLICAS: Am 7, 12-15 * Ef 1, 3-14 * Mc 6, 7-13

El Señor Jesús ha dado comienzo a su misión evangelizadora. Camina por los pueblos y aldeas de Galilea, anunciando la Buena Nueva de la salvación. La tarea que tiene entre manos es ingente. Necesita colaboradores que le ayuden en su misión. Por eso, hoy, pone en manos de sus apóstoles esta tarea. Les encarga que vayan de dos en dos anunciando por todas partes que el Reino de Dios está cerca. Que Dios está llevando a cumplimiento las promesas hechas desde antiguo a su pueblo.

El Señor, además de otorgarles autoridad sobre los espíritus inmundos, les da una serie de recomendaciones: les pide que no lleven otra cosa que un bastón para el camino. Sin pan, sin alforja y sin dinero suelto en la faja. Que lleven sandalias, pero no una túnica de repuesto. Quizá a nosotros nos extrañen un tanto estas exigencias, ya que estamos acostumbrados a preparar nuestros viajes previendo todo aquello que vamos a necesitar durante el camino. No ha de ser así para los que son llamados a anunciar el Evangelio. Es necesario llevar un bagaje en extremo ligero, para que no impida la marcha y no ponga obstáculos al desarrollo de la misión.

Por otra parte, estar equipados de este modo, hace que los discípulos no posean nada que deban defender. No llevan nada que puedan apetecer aquellos que, amigos de lo ajeno, pudieran tener la intención de asaltarles. De todo lo que llevan, lo único que importa, lo que es verdaderamente valioso, es la noticia que anuncia la salvación, la liberación de pecado y de la muerte. Es algo que el hombre ha necesitado escuchar, desde que por su orgullo eligió vivir separado de Dios.

Es posible que algunos tengáis dificultad para encontrar vuestro lugar dentro de este pasaje del evangelio. Sin embargo, es una palabra muy importante que hoy nos busca a ti y a mí. Contra lo que pudiéramos pensar, no estamos en la Iglesia para alcanzar nuestra salvación personal. La misión de la Iglesia no es lograr que los que están dentro de ella se salven. La salvación es un don que el Señor Jesús ganó para todos los hombres, de una vez para siempre, a través de su Pascua. La misión de la Iglesia es hacer llegar a cada generación, el conocimiento de esta salvación. Y ahí, es donde entramos tú y yo.

Vemos cómo el Señor envía a sus apóstoles de dos en dos para anunciar el Evangelio. Hoy, somos tú y yo, los que ocupamos el lugar de aquellos primeros discípulos. Somos nosotros los que tenemos la misión de hacer llegar a los que nos rodean, ya sean de nuestra familia, de nuestras amistades, de nuestros vecinos o de aquellos que trabajan con nosotros, la noticia del amor de Dios, que no hace acepción de personas, y que ha dispuesto para todos la salvación por medio de su Hijo Jesús. Es necesario que todos se enteren, estén o no dentro de la Iglesia, de que tenemos un Dios-Padre que nos ama con locura en nuestras debilidades y pecados, y que en su Hijo Jesucristo ha dispuesto la salvación universal para todos los hombres, que estén dispuestos a aceptar libremente esa salvación.

Nosotros hemos de estar agradecidos al Señor porque nos ha elegido para esta misión. No tenemos ningún mérito por nuestra parte. Con toda seguridad hay mucha gente fuera de la Iglesia que es mejor que nosotros, y que haría este trabajo mucho mejor que nosotros. Sin embargo, el Señor se ha fijado en ti y en mí que somos poca cosa, y ha dispuesto que la salvación de los que nos rodean, llegue hasta ellos a través de nuestro testimonio.

Seamos agradecidos y no hagamos oídos sordos a este encargo del Señor. Él, que está vivo y resucitado, estará junto a nosotros siempre dispuesto a ayudarnos. 

 


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