DOMINGO XXI DE TIEMPO ORDINARIO -A-
«Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?».
CITAS BÍBLICAS: Is 22, 19-23 *Rm 11, 13-36 * Mt 16, 13-20
Hoy vemos al Señor Jesús que llega con sus discípulos a Cesarea de Felipe. Va hablando con ellos y de momento les hace esta pregunta: «¿Quién dice la gente que es el Hijo del Hombre?» Ellos responden: «¿Unos que Juan el Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o uno de los profetas?» Por lo que se ve a continuación, podemos deducir que no tiene demasiado interés en saber lo que piensa la gente de él. Lo que ciertamente quiere averiguar es, qué es lo que sus discípulos piensan de su persona. Por eso les pregunta: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?».
Llegados a este punto, podemos preguntarnos ¿me he hecho alguna vez seriamente esta pregunta? Confieso que soy cristiano, voy a misa todos los domingos y procuro hacer todo aquello que la Iglesia me enseña, pero, sinceramente, ¿quién es para mí Jesucristo? ¿Por qué creo en Él? ¿Lo hago sólo porque así me lo han enseñado? ¿Qué pasaría si de momento desapareciera de mi vida? ¿Se notaría mucho en mi conducta o continuaría siendo casi todo igual?
Para nosotros es fundamental responder a la pregunta, yo, ¿a quién sigo? ¿Por qué sigo a Jesucristo? A la pregunta de ¿quién es Jesucristo para ti?, quizá respondas como Pedro que es el Hijo de Dios. Sin embargo, ten en cuenta que los discípulos a los que el Señor pregunta, no sólo han escuchado su predicación, sino que la han visto corroborada por las señales, los milagros y signos que la han acompañado.
¿Has experimentado en tu vida la obra del Señor? ¿Has dicho alguna vez, “sin duda esto es obra del Señor, porque para mí era totalmente imposible”? Si es así, alégrate, porque eso demuestra que para ti el Señor Jesús es algo más que una figura que flota en una nube.
Todo lo que estamos diciendo tiene relación directa con la fe. Hemos escuchado muchas veces aquello de “Fe es creer lo que no se ve”. Sin embargo, esta definición no sirve para aplicarla a la fe cristiana. Esa clase de fe no salva de nada. La fe que salva es la fe de la experiencia. La fe cristiana es aquella que nace de un encuentro personal con el Señor. El Señor Jesús está vivo y resucitado. Él afirmó antes de subir al cielo: «Y ved que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo» Por tanto, podemos preguntarnos: ¿Para qué está vivo y resucitado el Señor en medio de nosotros? Precisamente para ayudarnos en nuestra debilidad. La fe que salva es aquella que nace de la experiencia personal de que cuando no existe ninguna ayuda posible ante problemas que no podemos solucionar, el Señor Jesús nos ayuda a resolverlos siempre que lo invocamos. Ser conscientes de esta ayuda, es lo que reafirma nuestra fe.
Si tú o yo hemos llegado a experimentar esta presencia real del Señor en nuestra vida, y hemos sido testigos de su ayuda en los momentos difíciles, ante la pregunta de «y tú ¿quién dices que soy yo?, no tendremos más remedio que contestar junto con Pedro: «Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios vivo».
Puede ocurrir que analizando nuestra vida no reconozcamos ocasiones en las que sin duda ha actuado el Señor. No hemos de preocuparnos. Nada está perdido si de ahora en adelante obramos sabiendo que el Señor Jesús, es el compañero de viaje en nuestra vida. Creer que está siempre a nuestro lado y nos acompaña, servirá para que le gritemos, para que le invoquemos, para que le pidamos ayuda, en aquellos acontecimientos que superan nuestras fuerzas. Sin duda actuará, porque dice la Escritura: «Nadie que invoque el Nombre del Señor quedará confundido».
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