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DOMINGO XVII DE TIEMPO ORDINARIO -A-

DOMINGO XVII DE TIEMPO ORDINARIO -A-

EL REINO DE LOS CIELOS SE PARECE A UN TESORO...

 

CITAS BÍBLICAS: 1Re 3,5.7-12 * Rm 8, 28-30 * Mt 13, 44-52

Hoy el Señor Jesús en el evangelio nos habla del Reino a través de otras tres parábolas. En la primera de ellas compara el Reino de los Cielos a un tesoro escondido en un campo. Nos dice que aquel que lo encuentra, consciente del valor que tiene, no duda en vender todo lo que posee con tal de poder adquirir aquel campo.

Sería estupendo que nosotros fuéramos capaces de identificarnos con la persona que encuentra el tesoro. Veamos ¿por qué? ¿Somos conscientes del inmenso regalo que nos ha hecho el Señor a través de la Iglesia dándonos a conocer el amor que Dios nos tiene? ¿Hay una felicidad más grande que experimentar que el Señor nos ama gratuitamente sin exigirnos nada a cambio, y sin tener en cuenta nuestros pecados? Ese es un gran tesoro que la mayoría de la gente desconoce.

Fijémonos cómo viven muchos de nuestros vecinos o familiares. Andan preocupados en extremo por el dinero, el trabajo, los afectos, la salud, etc. Se afanan por conseguir la felicidad en su vida, pero comprueban una y otra vez que es imposible lograrla. Buscan entonces llenar su vacío interior con la diversión, los deportes, las drogas, etc., Es una manera de alienarse, de emborracharse, para no afrontar la realidad. Algunos, incluso, llegan a caer en depresión. Esto demuestra que no está lograr la felicidad en este mundo al alcance del hombre.

A nosotros el Señor Jesús, a través de su Iglesia, nos ha mostrado ese tesoro. Para alcanzarlo, sin embargo, es necesario renunciar a todos los bienes materiales. Así nos lo dijo el Señor: «No se puede servir a Dios y al dinero». San Pablo lo entendió muy bien, por eso nos dice en su carta a los Filipenses: «lo que era para mí ganancia, lo he juzgado una pérdida a causa de Cristo. Y más aún: juzgo que todo es pérdida ante la sublimidad del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por quien perdí todas las cosas, y las tengo por basura para ganar a Cristo». Vemos, pues, que no tuvo inconveniente en hacer lo hizo el protagonista de la parábola, renunciar a todo con tal de conseguir el tesoro.

La parábola de mercader y la perla fina, sigue la misma línea que la del tesoro escondido. Quizá nosotros, como el mercader, nos hemos afanado en la vida buscando algo que llenara por completo nuestro corazón sin conseguirlo. En vano me he cansado, dice el salmo. En vano me he esforzado sin lograr satisfacer mi deseo de felicidad. El peso de la vida, el peso de la historia, de los acontecimientos que nos ha tocado vivir, nos ha producido cansancio y agobio. Podemos, por eso, identificarnos con aquellos a los que el Señor se dirigía hace unas semanas diciéndoles: «Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados que yo os aliviaré».

El Señor nos muestra la perla fina, que no es otra que su amor y su misericordia. Nos invita a seguirle. Él es el único que puede dar sentido a nuestra existencia. Sin embargo, hay algo que ralentiza nuestra marcha. El mercader de perlas lo tuvo claro y no dudó en vender el resto de perlas de menor valor, para poder adquirir aquella perla preciosa. También nosotros, si somos conscientes de lo que el Señor nos ofrece, una vida totalmente nueva, no tendremos inconveniente en deshacernos de aquellos tesoros falsos que hemos ido acumulando. Riquezas, afectos, intereses, todo, como san Pablo, lo consideraremos basura.

Podemos considerarnos afortunados porque el Señor nos ha hecho partícipes de los secretos de su corazón. Nos ha mostrado cuál es el camino de la vida y cómo alcanzarla, pero es necesario que por nuestra parte no defendamos las baratijas que hemos ido almacenando, sino que, como los dos personajes de las parábolas, nos desprendamos de todo aquello que nos impide alcanzar la verdadera felicidad.

No seamos necios y no continuemos pidiendo la vida a los ídolos del mundo. El dinero, los afectos, el sexo, etc., son ídolos mudos que nos exigen cada vez más, y que nos atan impidiéndonos ser verdaderamente libres.   


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