Blogia
Buenasnuevas

DOMINGO XIV DE TIEMPO ORDINARIO -A-

DOMINGO XIV DE TIEMPO ORDINARIO  -A-

«VENID A MÍ TODOS LOS QUE ESTÁIS CANSADOS Y AGOBIADOS Y YO OS ALIVIARÉ»

CITAS BÍBLICAS: Za 9, 9-10 * Rm 8, 9.11-13 * Mt 11, 25-30

Con frecuencia hemos afirmado que el Padre se complace en los pequeños, en los humildes, porque son los que, convencidos de su pobreza, sienten la necesidad de pedirle ayuda, ya que reconocen que son incapaces de llevar a cabo lo que a Él le agrada.

En el evangelio de hoy, el Señor Jesús se dirige al Padre para darle gracias, precisamente, por esta predilección que siente hacia los pequeños, y le dice: «Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y las has revelado a la gente sencilla».

Podemos preguntarnos ¿quién es esa gente sencilla de la que habla el Señor? De entre todos aquellos que conviven con nosotros los más sencillos son los niños. Veamos por qué: los niños pequeños aceptan sin dudar ni discutir todo aquello que les dice su padre. Lo creen a pies juntillas y son capaces de responder de manera violenta, a los que ponen en duda la veracidad de lo que afirma el padre. Para ellos es una razón de peso decir: eso es así, porque lo ha dicho mi padre.

Desde luego no es a estos pequeños a los que se refiere el Señor en esta ocasión. Será él, el que nos lo aclare en otro pasaje del evangelio de san Mateo. Allí nos dice: «Y todo aquel que dé de beber tan sólo un vaso de agua fresca a uno de estos pequeños, por ser discípulo, os aseguro que no perderá su recompensa.» Vemos, por tanto, que los pequeños de los que habla el Señor, son los cristianos, los discípulos, que son aquellos que aceptan la Palabra de Dios con el mismo convencimiento que un niño pequeño, acepta la palabra de su padre.

¿Podemos considerarnos nosotros esa gente sencilla, esos pequeños de los que habla el Señor? Es algo que cada uno en particular debe responder. Yo para ayudarte te digo, ¿intentas buscar explicaciones a la Palabra? ¿Eres de los inteligentes que todo lo pasan por la razón, o dejas que caiga sobre ti como lluvia fina que te empape sin cuestionar para nada lo que dice?

Siguiendo con el evangelio nos preguntamos, ¿qué cosas ha escondido el Padre a los sabios y entendidos y las ha revelado a la gente sencilla? Podemos decir que fundamentalmente dos. La más importante es la que explica la frase del Señor en el evangelio de la semana pasada: «El que no toma su cruz y me sigue no es digno de mí». Si razonamos esta frase, lo primero que se nos ocurre pensar es: Si la cruz es signo de muerte y sufrimiento, si es aquello que escandaliza al mundo y que todos rechazan, ¿cómo afirma el Señor Jesús que la carguemos sobre nuestros hombros para poder seguirle?

Lo que el Padre ha revelado al cristiano es que la cruz, al contrario de lo que piensa el mundo, es signo y camino de salvación. ¿Por qué? Porque el sufrimiento, el tuyo y el mío, es consecuencia de nuestro pecado. Como, según dice san Pablo, todos hemos pecado, todos sin excepción estamos sometidos al sufrimiento y no podemos escapar de él. Pero es, precisamente en el sufrimiento, en aquello que no podemos soportar, en donde se manifiesta el poder del Señor. Él, como a Pedro, nos puede hacer caminar por encima del mar embravecido, de manera que, a diferencia de lo que sucede en el mundo, el sufrimiento no nos mate. Po eso, la salvación, no está en huir del sufrimiento, en huir de la cruz, sino en experimentar en él la fuerza del Señor, que hace que no nos destruya y que no perezcamos en el mar.

Para confirmar todo lo que acabamos de decir, El Señor Jesús continúa diciendo en el evangelio: «Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados y yo os aliviaré… cargad con mi yugo… y encontraréis vuestro descanso. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera». Por tanto, no luches tú sólo a brazo partido con la vida, deja que yo sea tu cirineo.

La única carga que el Señor ha colocado sobre nuestros hombros es la del amor. Su voluntad es que su amor, manifestado en nuestra vida, haga que los demás a través de nosotros le conozcan. Este deseo, sin embargo, no es una exigencia, porque sabe de nuestra incapacidad para amar; por eso, es a través de su Espíritu que nos da la fuerza necesaria para que, olvidándonos de nosotros mismos, amemos a los demás como Él mismo nos ama.

Otra cosa que ha revelado a los sencillos es que le conozcan como Padre amoroso y misericordioso, que no lleva cuenta de nuestros fallos y de nuestras debilidades. No es el Dios exigente que anota en su libro de contabilidad nuestras buenas y malas acciones. Es el Padre del Hijo Pródigo que espera con paciencia nuestro regreso, cuando, por nuestra mala cabeza, nos hemos apartado de Él.



0 comentarios