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DOMINGO XII DE TIEMPO ORDINARIO -A-

DOMINGO XII DE TIEMPO ORDINARIO -A-

«NOTENGÁIS MIEDO A LOS QUE MATAN EL CUERPO...»

 

CITAS BÍBLICAS: Jer 20, 10-13 * Rom 15, 12-15 * Mt 10, 23-33

Hemos dicho en repetidas ocasiones que la llamada del Señor a ser sus discípulos, o lo que es lo mismo a ser cristianos, implica dar testimonio de Él a todos aquellos que nos rodean, ya sea en la familia, en el trabajo o en los lugares de ocio o esparcimiento que frecuentamos. Hemos insistido también al afirmar, que la noticia de la salvación que el Señor Jesús ganó para todos los hombres, era necesario hacerla llegar a todas las personas en todas las generaciones, y que era precisamente a nosotros, que nos llamamos creyentes, a quienes el Señor ha elegido en esta generación para ser sus testigos.

Quiere decir esto, que no has sido llamado a la Iglesia para salvarte, que también, sino para que los demás a través de ti, lleguen a salvarse. Eres un instrumento en manos del Señor para hacer llegar a todos la noticia del perdón de los pecados, del amor incondicional de Dios, y de la salvación que el Señor Jesús ganó para todos los hombres, con su muerte y resurrección.

Estamos atravesando unos tiempos difíciles para todos aquellos que nos confesamos discípulos de Jesucristo. La sociedad ya no se queda indiferente ante todo lo que hace referencia a la Iglesia o a los cristianos, la indiferencia se ha convertido en menosprecio y rencor. La tan cacareada libertad en la democracia, está siendo negada a los que quieren vivir su fe de acuerdo con lo que la Iglesia enseña. Se intenta poner una mordaza a todos aquellos que ya sea en la familia, en el templo, en la escuela, o en otros medios sociales, manifiestan su deseo de ser fieles a la voluntad de Dios, mostrando una manera de vivir la vida, diferente a lo que preconiza el mundo. Como resultado de esta situación, aparece de una manera más o menos solapada la persecución.

El Señor Jesús todo esto ya lo sabía, por eso nos dice hoy en el evangelio: «No tengáis miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma. No; temed al que puede destruir con fuego alma y cuerpo. ¿No se venden un par de gorriones por unos cuartos? Y, sin embargo, ni uno sólo cae al suelo sin que lo disponga vuestro Padre… Por eso, no tengáis miedo, no hay comparación entre vosotros y los gorriones»

A continuación el Señor nos hace una advertencia que no debemos dejar pasar por alto. Es muy serio lo que nos dice. Él conoce nuestra debilidad. Sabe que con frecuencia rehuimos dar la cara por él, a causa del respeto humano. ¡Cuántas veces nos avergüenza confesar ante los demás que somos discípulos del Señor! Por eso nos dice: «Si uno se pone de mi parte ante los hombres, yo también me podré de su parte ante mi Padre del cielo. Y si uno me niega ante los hombres, yo también lo negaré delante de mi Padre del cielo».

Es cierto que necesitamos ayuda para dar testimonio del Señor delante de los demás, sin miedo a la persecución o al ridículo; pero también es cierto que el Señor está dispuesto a ayudarnos para cumplir esa misión. La cuestión es: ¿quieres que el Señor te dé fortaleza, la misma que dio a tantísimos mártires, para ser su testigo delante de los demás? Piensa esto y decide. La paga, es la seguridad de que también un día el Señor dará la cara por ti, delante de su Padre del cielo. 

 


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