LA ALEGRÍA PASCUAL
«NO TEMÁIS. SOY YO»
Si nos fijamos en los pasajes de Evangelio en que se narra el encuentro del Señor Resucitado con sus discípulos, descubriremos que existe un denominador común. Al asombro lógico que provoca el encuentro, se une la alegría por ver de nuevo al Señor.
El Señor ha vuelto del sepulcro y está vivo y resucitado. Como dirá a sus discípulos en la primera aparición en la tarde del domingo, no se trata de un fantasma. No es un espíritu, es un hombre de carne y hueso. Esta realidad provoca en ellos un gozo reverente. La alegría de volverle a ver, hace que los acontecimientos de dolor y sufrimiento que acaban de vivir pasen a un segundo plano.
Para nosotros, que hemos acompañado al Señor en su Pasión y hemos celebrado en la Vigilia Pascual su victoria sobre la muerte, tener la certeza de que está vivo y resucitado, ha de cambiar por completo nuestra actitud ante la vida. La resurrección del Señor devuelve el sentido último a nuestra existencia. Saber que de nuevo están abiertas para nosotros las puertas del cielo, que tenemos un Padre que nos ama y que nada malo quiere para nosotros, es razón más que suficiente para que nuestra vida sea una continua fiesta.
Antes, detrás del pecado estaba la muerte, pero esa muerte ha sido vencida por el SeñorJesús. Por eso, ahora, detrás de nuestros pecados, de nuestras flaquezas, lo que encontramos es el perdón y la misericordia de Dios, que nos ama por encima y a pesar de nuestras infidelidades. Dirá san Pablo: «Si Dios es quien justifica ¿quién condenará?»
Cristiano es aquel que no pierde la paz, a pesar de las dificultades y problemas que tiene que afrontar cada día. Vive en la alegría de saberse salvado, y acepta de buen grado aquellos acontecimientos que el mundo considera negativos, porque tiene la certeza de que en su vida todo sucede para bien.
Esta alegría, esta forma de vivir diferente, es la que nos regala la Pascua. Cristo vive resucitado entre nosotros. Su victoria sobre la muerte es nuestra victoria. Lo que para nosotros era imposible, nos lo ha regalado Él cargando con nuestros pecados, librándonos de la esclavitud de la muerte y haciéndonos partícipes de su resurrección.
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