FIESTA DEL BAUTISMO DEL SEÑOR -A-
«ÉSTE ES MI HIJO, EL AMADO, MI PREDILECTO»
CITAS BÍBLICAS: Is 42, 1-4.6-7 * Hch 10, 34-38 * Mt 3, 13-17
Con este domingo cerramos el tiempo litúrgico de Navidad, y a la vez damos comienzo al tiempo ordinario. Celebramos hoy la Fiesta del Bautismo del Señor.
La Segunda Persona de la Santísima Trinidad, se ha encarnado tomando una naturaleza como la tuya y como la mía, con una misión concreta que el Padre le ha encomendado: cargar con nuestros pecados que son los que nos producen la muerte, y hacernos a la vez partícipes de su naturaleza divina. Tú y yo, haciendo caso a la voz del maligno, hemos roto el plan que Dios-Padre había diseñado para nosotros, y que no era otro que ser eternamente felices unidos a Él, experimentando su amor en nuestro corazón, y pudiendo a la vez amarle libremente con todo nuestro ser.
Durante el tiempo de Navidad, con el nacimiento del Niño-Dios, hemos sido testigos de cómo el Padre daba comienzo a su plan de salvación para nosotros. Hemos contemplado a un niño indefenso naciendo en un humilde portal y teniendo como cuna un pobre pesebre. Se hubiera podido manifestar de otro modo llamando más la atención, pero no, ha decidido hacerlo con mesura, para respetar nuestra libertad.
Los evangelios, después de estos pasajes de la Navidad, ya es muy poco lo que narran de la vida del Señor. Solo sabemos que José, cuando el ángel le comunica que puede regresar desde Egipto a Israel, decide establecerse con su familia en Nazaret, pequeña ciudad de Galilea. También nos cuentan que, siguiendo las normas establecidas por la ley, José, con María y el Niño, visitan todos los años el templo de Jerusalén durante las fiestas de Pascua. Transcurren, pues, cerca de treinta años sin que tengamos noticias de la Sagrada familia.
Treinta años en los que Jesús, el hijo del carpintero, vivirá sumiso y obediente a sus padres, como un vecino más de Nazaret. Crecerá, pasando por todos los estadios del desarrollo humano, con todos los problemas que se presentan en cada uno: infancia, pubertad, adolescencia, juventud y finalmente madurez. Su padre, José, junto con María, su madre, será el encargado de educarle enseñándole a amar a Dios sobre todas las cosas y dándole a conocer a través de las Escrituras la Ley, y la historia de Israel, del Pueblo de Dios.
Hoy, encontramos a Jesús con una edad cercana a los treinta años. Consciente de que ha llegado la hora de iniciar su misión se dirige al Jordán, donde Juan, su primo, está anunciando la inminente venida del Mesías, y prepara su llegada administrando un bautismo de conversión.
Al acercarse Jesús, Juan se resiste a bautizarlo diciendo: «Soy yo el que necesita que tú me bautices, ¿y tú vienes a mí?» Jesús insiste, y apenas bautizado y fuera del agua, se abre el cielo y el Espíritu de Dios baja sobre él como una paloma, a la vez que se oye una voz del cielo que dice: «Este es mi Hijo, el amado, mi predilecto».
Hoy es un día muy especial para nosotros. El bautismo del Señor nos hace presente nuestro propio Bautismo. Por el fuimos agregados a la Iglesia y en nuestra familia, nuestros padres, tuvieron la misma misión que José. Educarnos en la fe, haciéndonos conocer y amar a nuestro Padre del Cielo.
Hoy sabemos que la voz del Padre cuando ha dicho «Este es mi Hijo, el amado, mi predilecto», ha resonado para cada uno de nosotros que, unidos al Señor Jesús, le tenemos también por Padre. Es un don inmenso saber que en ti y en mí, pecadores e infieles, el Señor se complace. Su amor y su misericordia cubren por completo todas nuestras faltas. Él nos ve perfectos. Nos ama con locura y solo quiere para nosotros la felicidad y la vida.
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