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DOMINGO I DE ADVIENTO -A-

DOMINGO I DE ADVIENTO -A-

«ESTAD EN VELA PORQUE NO SABÉIS CUANDO VENDRÁ VUESTRO SEÑOR»

 

CITAS BÍBLICAS: Is 2, 1-5 * Rom 13, 11-14 * Mt 24, 37-44

Damos comienzo con este domingo al tiempo litúrgico del Adviento. Estamos en el inicio de un nuevo año. En la liturgia el principio del año no coincide con el del año civil, que empezará el día 1 de enero. Las lecturas que la Iglesia nos propondrá, serán las que corresponden al ciclo A y estarán sacadas del evangelio de san Mateo.

Un nuevo año se abre ante nosotros. Un año en el que la liturgia nos hará recorrer toda la historia de salvación, siguiendo la vida del Señor Jesús. Durante las cuatro primeras semanas que serán las que ocupa el Adviento, se nos hará presente en primer lugar, que somos un pueblo que camina hacia la plenitud, porque este mundo no es eterno. El Señor a ti y a mí, nos ha regalado la vida, no para que montemos nuestra tienda y que nos aposentemos aquí, sino para que nuestra vida terrena sea un camino que nos lleve a la vida eterna. No somos ciudadanos del mundo, somos ciudadanos del cielo.

San Pablo, en su carta, nos invita hoy a tener esto presente cuando nos dice: «Daos cuenta del momento en que vivís; ya es hora de espabilarse, porque nuestra salvación está más cerca que cuando empezamos a creer. La noche está avanzada y el día se echa encima». San Pablo considera nuestra vida terrena como la noche, y nos anuncia que el día, la vida eterna y feliz para la que hemos sido creados, está ya muy cerca. Está frase la han entendido muy bien los santos, que consideraban que en este mundo estábamos en el exilio, anhelando ser rescatados de este destierro, para disfrutar de la verdadera libertad en el cielo.  

Hoy, precisamente, el Señor en el evangelio nos invita a estar vigilantes, a no dejarnos arrastrar por las preocupaciones de esta vida. Nos advierte que el final se hará presente como ocurrió en tiempos de Noé. Las gentes veían como Noé estaba construyendo el arca para salvarse del diluvio, pero eso a ellos no les importaba. Continuaban su vida como si nada. Compraban, vendían, se casaban… y de repente cayó sobre ellos el diluvio, haciéndoles perecer. Sólo Noé y su familia se salvaron de las aguas en el arca. «Estad en vela, dice el Señor Jesús, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor».

¿Quiere decir esto que debemos desentendernos de las cosas de este mundo? Ni mucho menos. Tan necio sería actuar así, como vivir la vida pensando que este mundo es eterno. Es necesario trabajar, esforzarnos para sacar adelante a nuestra familia, emplear nuestra inteligencia, y poner nuestro empeño, en lograr una sociedad más justa donde se proteja al débil, pero esto no ha de suponer que consideremos nuestra vida terrena como un fin, sino como medio, un tiempo que nos conducirá a nuestra verdadera vida, la vida eterna.

Dios quiere que se mantenga oculta la hora en que sucederá el fin, pero ni quiere que vivamos agobiados pensando en él, ni tampoco que vivamos ajenos a esta realidad, de modo que cuando llegue nos coja desprevenidos. «Por eso, insiste el Señor, estad también vosotros preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del Hombre».

Todo esto que hemos referido para el final de los tiempos, se realizará en cada una de nuestras vidas de un modo particular, cuando el Señor decida que termine nuestra peregrinación en este mundo. Por eso somos tú y yo los que nos hemos de mantener vigilantes, para que cuando el Señor nos llame nos encuentre dispuestos y preparados para seguirle. 

 

 

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