DOMINGO XV DE TIEMPO ORDINARIO -C-
«AMARÁS AL SEÑOR TU DIOS CON TODO TU CORAZÓN...
HAZ ESTO Y VIVIRÁS»
CITAS BÍBLICAS: Dt 30,10-14 * Col 1, 15-20 * Lc 10, 25-37
El evangelio de hoy en su primera parte pone de relieve cuál ha de ser para nosotros el mandamiento principal, el más importante. La respuesta a la pregunta que el escriba da al Señor Jesús, no puede ser más acertada: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con todas tus fuerzas y con todo tu ser. Y al prójimo como a ti mismo».
En esta respuesta está encerrada la razón misma de nuestra existencia. Si tú y yo hoy existimos, no es para otra cosa que para que se haga realidad en nosotros este mandamiento. Hemos sido creados por Dios con esta finalidad, amarle y sentirnos amados por Él. Ésta es la clave de la verdadera felicidad del hombre sobre la tierra. No existe otra razón válida que justifique nuestra existencia. Nosotros vivimos y somos felices, en tanto en cuanto reside en nosotros el amor de Dios
Lo que sucede es que el Señor no quiere que le amemos a la fuerza. Quiere que nuestro amor nazca de un acto voluntario de nuestro corazón. Por eso, junto al regalo de la vida nos ha hecho un segundo regalo de no menor importancia, nos ha hecho libres. Esa libertad hace que podamos aceptar o rechazar su amor.
La historia ya la conocemos. Nuestra ambición y nuestra soberbia acompañadas por nuestra necedad, nos han hecho sucumbir ante la tentación del maligno, que no tiene otro objetivo que separarnos del amor de Dios. Lo ha conseguido. Nos ha hecho caer en el pecado para que vivamos nuestra vida lejos del Señor.
Ante de seguir es necesario hacer una puntualización. Nosotros denominamos mandamiento a lo que está escrito en la Ley, con la consiguiente obligación de llevarlo a la práctica, de cumplirlo. Esta forma de pensar, fruto de una mente jurídica, es errónea. Nadie de nosotros es capaz de cumplir con su esfuerzo este mandamiento. El Pueblo Hebreo no ve esta frase como un mandamiento, sino como una palabra de vida. Una palabra a través de la cual el Señor nos muestra el camino para alcanzar la felicidad, para alcanzar la vida eterna.
En este mandamiento o palabra de vida, hay al final una parte que no se refiere directamente a Dios. Es la parte que dice: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo». Amar al prójimo es una consecuencia clara de que tenemos en nuestro corazón el amor de Dios. Si tú amas a Dios, sin duda amarás a tu prójimo. Vamos a expresar esto de otra manera: si quieres saber hasta qué punto amas a Dios, fíjate primero si amas a tu prójimo. San Juan expresa esto con una gran sabiduría, cuando en su primera carta afirma: «Quien dice “yo amo a Dios” y odia a su hermano es un mentiroso; pues quien no ama a su hermano, a quien ve, cómo puede amar a Dios a quien no ve».
La parábola del caminante que viaja a Jericó asaltado por unos bandidos y socorrido por un samaritano, pone de manifiesto quién es en nuestra vida es nuestro prójimo. Tu prójimo no es únicamente tu mujer, tus hijos, tus parientes o tus conocidos. Tu prójimo es todo aquel que, conocido o desconocido, necesita de tu ayuda en un momento dado. Al samaritano no le unía con aquel pobre hombre ningún lazo afectivo. Es más, aquel era para él su enemigo, ya que los samaritanos por motivos de religión, estaban enemistados con los judíos. Recordemos el evangelio de hace quince días, cuando los samaritanos se niegan a dar alojamiento al Señor, porque viaja hacia Jerusalén.
El amor hacia el prójimo que siente el samaritano, es muy superior a la enemistad manifiesta que existe entre judíos y samaritanos, y es a la vez signo de que el amor de Dios llena por completo su corazón.
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