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DOMINGO DE PENTECOSTÉS

DOMINGO DE PENTECOSTÉS

«RECIBID EL ESPÍRITU SANTO»

CITAS BÍBLICAS: Hch 2, 1-11 * 1Cor 12, 3b-7.12-13 * Jn 20, 19-23 

Con este domingo damos fin al tiempo Pascual. El Señor Jesús antes de su ascensión al cielo había recomendado insistentemente a sus discípulos, como ya lo vimos en semanas pasadas, que no abandonaran la ciudad hasta que fueran revestidos de la fuerza de lo alto.

El Señor conocía la incapacidad de sus discípulos, para comprender los planes que el Padre había preparado para llevar a cabo la salvación de los hombres. Por eso en un momento dado les dice: «Mucho tengo todavía que deciros, pero ahora no podéis con ello. Cuando venga él, el Espíritu de la Verdad os llevará a la verdad completa».

El Señor conoce el enorme peso que carga sobre los hombros de sus discípulos. Cuando él ya no esté, serán ellos los que tendrán que llevar adelante su obra. Ellos han de ser testigos delante de la gente de su resurrección y de su ascensión a los cielos, donde está sentado a la derecha de Dios. Sabe que son débiles, que lo van a negar como Pedro y lo van a abandonar a su suerte como el resto. Por eso promete enviarles desde el cielo al Espíritu Santo.

Hasta ahora ha sido el Señor el que ha estado trabajando con sus discípulos para fundar su Iglesia. De ahora en adelante será la presencia del Espíritu Santo, la que la consolide para que cumpla su misión en medio del mundo.

Hemos dicho en muchísimas ocasiones que nuestra misión consiste en hacer presente a los que nos rodean la figura del Señor Jesús. De nosotros depende que lo que viven alejados de la Iglesia sepan que también para ellos murió y resucitó el Señor. Esa es la principal misión que nos dejó como miembros de su Iglesia. Ciertamente, la salvación que nos ganó el Señor Jesús es universal, alcanza a todos los hombres. Sin embargo es necesario que nosotros, como otros cristos, hagamos presente esa salvación en esta generación.

¿Cómo puedo hacer presente esa salvación? te preguntarás. Llevando a cabo las mismas obras que el Señor Jesús realizó en su vida mortal: Amando a los que te hacen daño. Perdonando de corazón a tus enemigos. Haciendo felices a los que te rodean, olvidándote de ti mismo y procurando el bien para aquellos que viven contigo. No haciendo prevalecer tu razón aunque la tengas y compartiendo tus bienes con los que carecen de ellos… resumiendo, amando a los demás como tú te amas, y procurando para ellos todo el bien que deseas para ti.

Ya sé lo que estás pensando: “Eso no puede ser. Eso es imposible”. Si, ciertamente, es imposible, pero es necesario. Es indispensable para que todos conozcan el amor de Dios y la salvación que ha otorgado a todos los hombres en el Señor Jesús. Para eso precisamente nos envía el Padre al Espíritu Santo. Él hará posible aquello que para nosotros es imposible. Será nuestra fuerza en la debilidad. Será consuelo en nuestras luchas y sufrimientos. Será la sabiduría necesaria para poder discernir en cada situación de la vida cuál es la voluntad de Dios. Será nuestra defensa ante las tentaciones del maligno. Será Él, el que desde nuestro interior nos dará el convencimiento de que somos hijos de Dios. Sin su presencia en nuestra vida nada bueno seremos capaces de hacer.

Hagamos, por tanto, nuestra la oración de la Iglesia en la secuencia de este día de Pentecostés. Digámosle de corazón: “Ven, dulce huésped del alma, descanso de nuestro esfuerzo, tregua en el duro trabajo y brisa en las horas de fuego, gozo que enjuga las lágrimas y reconforta en los duelos…  Mira el vacío del hombre si tú le faltas por dentro… “


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