DOMINGO III DE PASCUA -C-
«PEDRO, ¿ME AMAS MÁS QUE ESTOS?»
CITAS BÍBLICAS: Hch 5, 27b-32.40b-41 * Ap 5, 11-14 * Jn 21, 1-19
Los apóstoles, a través de las mujeres y de María Magdalena, han recibido del Señor el encargo de marchar a Galilea: «Id, avisad a mis hermanos que salgan para Galilea; allí me verán», les había dicho. Ellos siguiendo estas instrucciones han partido hacia Galilea y hoy les vemos junto al lago a la espera de acontecimientos.
De momento Pedro dice: «Me voy a pescar». Los demás responden: «Vamos nosotros contigo». Cuenta el evangelista que después de estar bregando toda la noche no consiguen pescar nada. Al amanecer cuando ya se acercan a la playa, un hombre desde la orilla les pregunta: «Muchachos, ¿tenéis pescado?». Ellos responden que no. Entonces el desconocido les dice: «Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis». Dicho y hecho. Echan la red y al sacarla hay tal abundancia de peces que amenaza romperse. Juan dice a Pedro: «Es el Señor». Pedro, sin pensarlo más, se ata la túnica y se arroja al mar.
Dos son las invitaciones que nos hace el Señor a través de este pasaje. Jesús, ha prometido a sus discípulos encontrarse con ellos en Galilea. ¿Qué significa Galilea? Galilea es la región de Israel más septentrional, más al norte. Ya casi es territorio de gentiles. El profeta Isaías la llama precisamente «Galilea de los gentiles». El Papa Francisco dirá que es el lugar idóneo para anunciar el Evangelio. El Señor, pues, nos invita a ser sus testigos entre los gentiles que nos rodean. Es precisamente en la evangelización donde nos vamos a encontrar con Él. Por eso, hoy, como entonces a Pedro, nos invita a echar las redes. No podemos permanecer indiferentes ante la multitud de personas, entre ellos muchos de nuestros amigos y familiares, que viven de espaldas a Dios. Es necesario que a través de nosotros, también a ellos les llegue la noticia de la salvación. A esto, precisamente, nos llama el Señor como a discípulos suyos.
En la segunda parte del evangelio san Juan nos muestra el diálogo que el Señor Jesús sostiene con Pedro. Por tres veces, recordándole sus tres negaciones, le pregunta: «Pedro, ¿me amas más que estos?». Ya conocemos el resto del diálogo. Para nosotros, lo importante es que también hoy el Señor nos pregunta: «Juan, María, Antonio, Lucía, José… ¿me amas? ¿Me amas más que éstos?». ¿Soy de verdad la persona más importante en tu vida, o sólo piensas en mí cuando me necesitas?
En la respuesta que demos a estas preguntas nos va la vida. Si nos detenemos y vamos analizando nuestros actos, nos daremos cuenta de cuántas veces al día el Señor no es para nosotros lo primero, lo más importante. Plantearnos esta pregunta quizá nos produzca, como al que esto escribe, desasosiego, porque, ciertamente queremos al Señor, pero, ¡son tantas las veces que lo que hacemos no está de acuerdo con lo que decimos con la boca! Pedro, cuando el Señor insiste por tercera vez, no tiene más remedio que reconocer que también él ha sido infiel al Señor, por eso, vencido, responde: «Señor, tú lo sabes todo. Tú sabes que te quiero».
Nuestras negaciones, pues, no han de hacernos desesperar. El Señor conoce demasiado cómo somos. Conoce nuestra debilidad, nuestras flaquezas, y no se escandaliza de nuestros fallos. Nos ama todavía más, precisamente, porque no somos perfectos. Por eso, nuestra respuesta a su pregunta ha de ser semejante a la de Pedro: “Señor, tú lo sabes todo. Tú conoces mis caídas y fracasos. Conoces cuántas veces por temor o por respeto humano no he salido en tu defensa; pero tú sabes, también, que en mi debilidad, en mi pobreza, al menos, quiero quererte, Señor. ¡Ayúdame!"
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