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DOMINGO V DEL TIEMPO ORDINARIO

DOMINGO V DEL TIEMPO ORDINARIO

«… Y, DEJÁNDOLO TODO, LE SIGUIERON»

 

CITAS BÍBLICAS: Is 6, 1-2a.3-8 * 1Cor 15, 1-11 * Lc 5, 1-11

 En el evangelio de hoy vemos al Señor Jesús dando comienzo a la elección de sus primeros discípulos. San Lucas nos cuenta que estando a la orilla del mar de Galilea, seguido por una muchedumbre deseosa de escuchar su palabra, sube a la barca de Pedro que está lavando las redes con otros pescadores, y le ruega que la aparte un poco de la orilla. Sentado en la barca empieza a enseñar a la gente.

Al terminar dice a Pedro: «Rema mar adentro y echad las redes para pescar». Pedro, extrañado por estas palabras del Señor, se limita a contestar: «Maestro, nos hemos pasado la noche bregando y no hemos cogido nada; pero, por tu palabra, echaré las redes».

Para nuestra vida, la actitud de Pedro es de gran importancia. Pedro tenía todas las razones posibles para no hacer lo que le pedía el Señor. Era un pescador avezado con gran conocimiento de su trabajo, mientras que Jesús, no tenía ninguna experiencia en el campo de la pesca. Por otra parte, no era el momento oportuno. Si Pedro dice hemos pasado la noche bregando, es porque, es precisamente durante la noche cuando había que practicar este tipo de pesca. Ahora, la escena se desarrolla de día, razón por la cual, Pedro podía poner reparos a la indicación del Señor.

Con frecuencia también nosotros nos dejamos llevar por nuestra razón, sin darnos cuenta de que es más importante obedecer al Señor, que hacer lo que creemos correcto. Has recibido una ofensa. Te han tratado injustamente. Han hablado mal de ti. El Señor te dice: "Olvida esa ofensa, perdona". Tú, sin embargo, piensas: "No debe salirse con la suya. Es de justicia que se sepa la verdad. Y con la verdad destrozas al hermano y lo dejas en ridículo. Saca tú mismo la conclusión.

Pedro, obedece y pone su confianza en Aquel que le habla. El resultado es extraordinario. No solo llenan su barca, sino que es necesario llamar a sus compañeros para que acudan en su ayuda, y llenen también su barca. El asombro se apodera de Pedro que arrojándose a los pies del Señor le dice: «Apártate de mí, Señor, que soy un pecador».

Tú, como Pedro, obedece. En tu vida no tengas miedo. Confía en el Señor y lánzate mar adentro. No temas, confía en la palabra de aquel que te habla. Echa las redes. No seas como aquellos que, mezquinos, pretenden nadar y a la vez guardar la ropa. En nuestra vida ponemos muchas veces la confianza en los demás, y la experiencia nos dice que la mayoría de las veces, por no decir todas, nos fallan. La Escritura dice al respecto: «Maldito el hombre que confía en el hombre y hace de la carne su apoyo» El Señor es el único en el que podemos confiar plenamente. Su palabra no falla nunca. Pero ocurre que como no acabamos de confiar y hacemos caso a nuestra razón, saboreamos en más de una ocasión el fracaso. Somos como aquel niño hijo de un multimillonario, que guardaba mendrugos de pan por su si padre le fallaba.

El Señor Jesús, viendo a Simón-Pedro a su pies, lo levanta y le dice: «No temas: desde ahora serás pescador de hombres». Pedro y sus compañeros Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, sacando las barcas a tierra y dejándolo todo, le siguieron.

También hoy, el Señor, sigue pasando y llamando a nuevos discípulos. Hoy nos llama a ti y a mí. Quiere que seamos testigos delante de nuestros familiares, de nuestros amigos y de nuestros compañeros de trabajo, de su amor y de la salvación que ha ganado para todos los hombres. No lo dudemos. No tengamos miedo. Rememos mar adentro. Abandonémonos en sus brazos y tengamos la convicción de que no nos va a defraudar. La vida que nos ofrece no tiene punto de comparación con la que cada día nos brinda el mundo. Aprovechemos la ocasión, no dejemos que pase de largo.

 

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