DOMINGO III DEL TIEMPO ORDINARIO -C-
«EL ESPÍRITU DEL SEÑOR ESTÁ SOBRE MÍ»
CITAS BÍBLICAS: Neh 8, 2-4a.5-6.8-10 * 1Cor 12, 12-30 * Lc 1, 1-4; 4, 14-21
La primera parte del evangelio de este domingo está tomada del principio del evangelio según san Lucas. Su autor, médico y discípulo de san Pablo, al que acompaña en alguno de sus viajes, nos dice que empieza a escribir después de haber investigado cuidadosamente las fuentes, y de haber comprobado todo exactamente desde el principio.
Se basa fundamentalmente en las experiencias de aquellos que fueron testigos oculares desde el principio, y luego predicadores de la Palabra. Lucas nos dice que quiere narrar de una manera ordenada y fidedigna, todos los acontecimientos referentes a Jesús de Nazaret, de manera que quede demostrada la solidez de las enseñanzas que recibimos.
Es importante que tengamos en cuenta que san Lucas toma como referencia indiscutible, las experiencias de aquellos que fueron testigos oculares de los hechos, y que luego fueron predicadores de la Buena Noticia. Quiere decir esto, que nuestra fe, no ha de estar basada en teorías, sino en hechos concretos que transcienden la predicación y que son fruto de la Palabra. Por tanto, son hoy tus experiencias personales y las mías sobre la actuación de Dios en nuestra vida, las que nos han de impulsar a testimoniar que Dios ha actuado y sigue actuando en la vida de los hombres.
En la segunda parte del evangelio, vemos a Jesús entrando en la sinagoga de Nazaret, lugar en el que ha pasado la mayor parte de su vida, y proclamando el trozo del libro del profeta Isaías que dice:
«El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha enviado para dar la Buena noticia a los pobres, para anuncia a los cautivos la libertad y a los ciegos la vista. Para dar libertad a los oprimidos; para anunciar el año de gracia del Señor».
Éste el programa de actuación que Dios traza al Señor Jesús a través del profeta, para que lo lleve a la práctica durante la vida pública que acaba de iniciar. Como simple comentario al terminar la lectura, el Señor únicamente dice: «Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír».
Él, es el enviado del Padre que trae para nosotros la Buena Noticia de nuestra liberación. Viene a desatar los lazos que nos impiden caminar. Viene a derrotar al maligno que nos tiene atados al pecado, amedrentándonos con la figura de la muerte. Él, que conoce nuestra cautividad y la imposibilidad que tenemos para salir de ella, viene a liberarnos. Viene a devolvernos la vista para que seamos capaces de discernir cuál es su voluntad, qué es lo que a Él le agrada, y que puede hacernos felices.
¿Cuál ha de ser nuestra actitud ante esta gran noticia? En primer lugar, reconocer nuestra debilidad y nuestro pecado. En segundo lugar, ver en Él, al enviado del Padre para sanar nuestras heridas, aquellas que son fruto de nuestro pecado. Ver en Él el inmenso amor del Padre que nunca nos rechaza y que quiere para nosotros una vida plena y feliz.
Finalmente, si nosotros llegamos a experimentar este inmenso amor del Padre, estamos llamados a ser testigos de su obra delante de los demás. Anunciarlo a aquellos que nos rodean con la certeza de que al igual que ha hecho con nosotros, hará con todos los que en su pobreza no lo conocen, y que por tanto viven sometidos a la esclavitud del pecado.
0 comentarios