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DOMINGO III DE CUARESMA -A-

DOMINGO III DE CUARESMA  -A-

¡SI CONOCIERAS EL DON DE DIOS...!


Caminamos hacia la Pascua. La Vigilia Pascual ha sido desde los orígenes del cristianismo, la celebración idónea para la administración del sacramento del Bautismo. Recordemos que precisamente en ella se bendice de una manera solemne la fuente bautismal. Por eso, durante los domingos de la Cuaresma, y en particular a partir del domingo tercero, los evangelios que se proclaman son, sobre todo en el ciclo A, catequesis bautismales.

Hoy, encontramos al Señor Jesús junto al pozo de Jacob, descansando del largo viaje  que acaba de realizar. Está sediento y solo, porque los discípulos se han ido al pueblo a comprar provisiones. De pronto llega una mujer a sacar agua. Se trata de una mujer samaritana. Contra lo que es habitual, ya que los judíos no se tratan con los samaritanos, el Señor le dice: «Dame de beber». Ante la extrañeza de la samaritana, el Señor Jesús añade: «Si conocieras el don de Dios y quién es el que te pide de beber, le pedirías tú, y él te daría agua viva». La samaritana replica: Señor, ¿cómo puedes sacar agua si no tienes cubo y el pozo es hondo? A lo que el Señor responde: «El que bebe de esta agua vuelve a tener sed; pero el que beba del agua que yo le daré, nunca más tendrá sed».

También hoy el Señor Jesús se hace el encontradizo con nosotros. Pasa a nuestro lado en la figura de ese hermano necesitado, de ese niño o ese anciano indefensos y nos pide un poco de agua, un poco de amor. Pero, ¿cómo vamos a darles un poco de amor, pensamos, si eso es precisamente lo que nosotros necesitamos, eso es lo que desea nuestro corazón? También nosotros andamos sedientos por la vida. Hemos intentado saciar nuestra sed en las mil cosas que nos ofrece el mundo: dinero, diversión, sexo, ambición, poder, etc. Hemos buscado ansiosamente que el amor de los demás llene nuestro corazón, pero no lo hemos conseguido.

 Por eso hoy, el Señor, que nos conoce, que sabe que estamos sedientos, nos dice: «Si conocieras el don de Dios». ¿Cuál es ese donde Dios que desconocemos y al que se refiere el Señor? Ese donde Dios no es otro que el Espíritu Santo. Él es el único capaz de llenar por completo nuestro corazón. Él es el agua viva a la que se refiere el Señor. Agua que sacia la sed, «Agua que se convertirá dentro de él en un surtidor que salta hasta la vida eterna».

Esta agua es signo del Bautismo. Agua viva que tiene el poder de lavar nuestros pecados, de hacer de nosotros criaturas nuevas, de transformar este cuerpo esclavo de mil apetencias humanas, en el cuerpo de un hijo de Dios. Nosotros, como la samaritana, hemos de decirle al Señor: «Señor, dame de esa agua: así no tendré más sed, ni tendré que venir aquí a buscarla». Ya no buscaré satisfacer mi sed, ya no buscaré la felicidad en las cosas del mundo, porque sé por experiencia que, cuando más intento calmar mi sed con ellas, más grande es la necesidad que tengo de beber y más grande la insatisfacción que me producen. Dame, pues, el agua viva. Dame tu Espíritu para que sacie las apetencias de felicidad de mi corazón. Concédeme experimentar tu amor y haz que brote en mi interior esa fuente capaz de amar a los demás, tal y como tú me amas a mí.

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