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PEDRO: ¿ME AMAS?

PEDRO: ¿ME AMAS?

MEDITANDO EN VOZ ALTA

La pregunta que hoy el Señor hace a Pedro ¿Pedro me amas?, como ya hemos comentado es una pregunta que nos dirige a cada uno de nosotros. Quizá nuestra respuesta al planteárnosla sea: Señor, es que haces unas preguntas… ¡Claro que te quiero! ¿Por qué, Señor, me preguntas eso? ¿Quizás dudas de mi amor?

No cabe duda de que lo que Él quiere al interrogarnos, es ayudarnos a que no vivamos engañados. Por eso será bueno preguntarnos seriamente: ¿Verdaderamente amo yo al Señor? ¿Es Él lo más importante de mi vida? ¿Cómo lo demuestro en cada día y en cada momento? San Juan dice en su primera epístola: Si no amas al hermano al que ves, ¿cómo dices que amas a Dios al que no ves? ¿Amo ciertamente a mis hermanos? ¿Sufro con los que sufren y me alegro con los que están contentos? ¿O más bien voy a lo mío intentando no complicarme la vida, porque bastante tengo ya con mis problemas? ¿Acaso no siento envidia, aunque no lo confiese, cuando lo demás prosperan, son apreciados y reconocidos y de mí nadie hace caso? ¿Comparto todo lo mío, aunque los demás no me hagan partícipe de lo suyo? ¿Soy capaz de excusar los fallos y errores de los demás, o los juzgo aunque sólo sea en mi corazón? ¿No uso más bien dos varas diferentes a la hora de medir mi comportamiento y el de los demás?

Muchas más preguntas podríamos hacernos, y quizá todas las respuestas pondrían en evidencia nuestro egoísmo, nuestro individualismo y nuestra ingratitud hacia Aquel de quien todo lo hemos recibido gratuitamente.

No intentemos poner paños calientes. Él, dice en el Evangelio: “En verdad os digo que cuanto dejasteis de hacer con uno de estos más pequeños, también conmigo dejasteis de hacerlo”.

¿Pensamos todavía que verdaderamente amamos al Señor? ¿Seguimos todavía tan ciegos?

Si hemos sido sinceros, quizá esta meditación en voz alta, nos haya hecho caer en tristeza. No es ese el deseo del Señor. Él, dice el salmo 32, “ha modelado cada corazón y conoce todas sus acciones”. El conoce nuestras limitaciones y sabe que hemos sido concebidos en pecado. Él, es único que no se escandaliza de nosotros. Por eso, descubriendo como Pedro nuestras infidelidades, lo único que podemos hacer es decirle: Señor, tú lo sabes todo. Tú sabes que quiero quererte. ¡Ayúdame!


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