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DOMINGO XVIII DEL TIEMPO ORDINARIO -A-

DOMINGO XVIII DEL TIEMPO ORDINARIO -A-

«DALES VOSOTROS DE COMER»

 

CITAS BÍBLICAS: Is 55, 1-3 * Rm 8, 35.37-39 * Mt 14, 13-21

La Iglesia nos ofrece hoy en la primera lectura un fragmento del Libro del Profeta Isaías. Se trata de una palabra muy corta y a la vez muy actual. Retrata la situación del hombre, la tuya y la mía, en esta vida. Destaca dos necesidades fundamentales de nuestra vida, la bebida y la comida, para hacernos ver que somos sedientos que vamos en busca de agua, y también hambrientos que gastamos nuestros bienes intentando cubrir estas necesidades.

Lo malo es que gastamos nuestro dinero, nuestro salario, adquiriendo un agua que no calma la sed, y unos alimentos que no dan hartura. ¿Entiendes qué significa esto? Significa que en tu vida y en la mía gastamos muchas energías queriendo encontrar un poco de felicidad, queriendo encontrar la razón de nuestra existencia, algo que dé sentido a nuestra vida. Y, yo te pregunto, ¿todo lo que haces te complace, te llena, sacia tu corazón, o te deja un mal sabor de boca? ¿Experimentas hartura y plenitud, o por el contrario te das cuenta de que nada te satisface?

La solución a esta situación nos la da el Señor al final cuando dice: «Escuchad atentos y comeréis bien, saborearéis platos sustanciosos. Inclinad el oído, venid a mí: escuchadme y viviréis». Sólo el Señor con su Palabra puede apagar nuestra sed y satisfacer nuestra hambre. Nada de lo que ofrece el mundo es capaz de llenarnos por completo. Por tanto, no seamos necios y no malgastemos nuestras energías buscando una felicidad fugaz, que al fin y al cabo lo único que produce en nosotros es una mayor insatisfacción.

Por lo general, la primera lectura de la misa y el evangelio llevan una misma línea y se complementan. Hoy ocurre así en el evangelio de san Mateo. El Señor Jesús ha tenido conocimiento de la muerte de Juan el Bautista a manos de Herodes, y sale en barca buscando un lugar solitario para descansar. Sin embargo, la gente, que se da cuenta de esto, le sigue por tierra y se le adelanta, de manera que cuando desembarca se encuentra con un gran gentío que le espera. San mateo nos dice que, viendo a la multitud, le da lástima y se queda con ellos curando enfermos.

Está atardeciendo y los discípulos le apremian para que despida a la gente a fin de que encuentren cobijo y algo para comer. El Señor les sorprende diciendo: «Dadles vosotros de comer». Ellos, responden: «Si aquí no tenemos más que cinco panes y dos peces…». El Señor Jesús alzando la mirada al cielo, pronuncia la bendición, parte los panes y los da a los discípulos para que los repartan. Dice el evangelio: «Comieron todos hasta quedar satisfechos y recogieron doce cestos llenos de sobras». Eran unos cinco mil hombres, sin contar mujeres y niños.

Hoy, la historia se repite. A tu alrededor y el mío hay una muchedumbre de gente hambrienta. Necesitan conocer para qué viven. Necesitan encontrar la razón de su existencia. No se conforman en pensar que el hombre, nace, crece, se reproduce y muere, sin más. No aceptan una vida así, que consideran un fracaso. Tienen ansia de permanencia. Quizá, sin ser demasiado conscientes, tienen necesidad de la vida eterna por la semilla de inmortalidad que Dios ha sembrado en su interior al crearles. Por eso, hoy, el Señor, también siente lástima de ellos y nos dice a ti y a mí, dadles vosotros de comer. Anunciadles mi amor y mi perdón. Anunciadles que les tengo reservada una vida eterna, sin sufrimientos, sin luchas, sin llantos. Una vida feliz a mi lado. Sólo necesito para dársela, que no duden de mi misericordia, que tengan la certeza de que los amo por encima de sus pecados y rebeldías.  


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