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DOMINGO VI DEL TIEMPO ORDINARIO -C-

DOMINGO VI DEL TIEMPO ORDINARIO -C-

«NO HE VENIDO A ABOLIR LA LEY, SINO A DARLE CUMPLIMIENTO»

 

CITAS BÍBLICAS: Eclo 15, 16-21 * 1Co 2, 6-10 * Mt 5, 17-37

Continuamos con el Sermón del Monte, que es el retrato, el perfil, de un cristiano auténtico. El Señor Jesús, hoy dice que no ha venido a abolir la ley sino a darle cumplimiento. La ley no está puesta para ser cumplida y conseguir con ello la salvación, sino para ayudar al hombre a reconocer sus pecados y a tener necesidad de recurrir a Dios ante su impotencia. El Señor la ha cumplido para que la ley no se convierta para nosotros en condenación. Él ha hecho por ti y por mí lo que nosotros no somos capaces de hacer, y nos la entrega cumplida en su cuerpo. Unidos a Él lo podemos todo.  

Nadie de nosotros puede conseguir la salvación mediante su esfuerzo. Para salvarnos es inútil apretar los puños. Si consiguieras tu salvación de esta manera llegarías a exigirle a Dios que te la concediera. Ya no se haría presente su amor y su misericordia hacia ti que eres pecador. Por el contrario, si con la ley te muestra el camino de la santificación y tú ves que no eres capaz de seguirlo, no tendrás más remedio que volver tu mirada hacia Él para decirle: “Señor, no puedo. Yo sé que lo que me propones es la verdad, pero, aunque me esfuerzo, soy incapaz de llevarlo a la práctica. ¡Ayúdame!” Será entonces cuando experimentarás que Él está a tu lado dispuesto a echarte una mano. Será entonces cuando se cumplirá lo hoy dice el Señor, «No he venido a abolir la Ley, sino a darle cumplimiento». Será Él quien cumpla la ley en ti.

Lo que hoy nos dice el Señor, echa por tierra lo que nosotros creemos que es justo, según la justicia humana. En la ley antigua se decía: «No matarás». Hoy el Señor te dice: para matar no es necesario pegarle un tiro a otro, basta con que sientas en tu corazón rencor hacia él. Basta con que no perdones el daño que te ha hecho. Si obras así, ya lo estás matándolo en tu corazón. Si éste es tu caso, dice el Señor, antes de acercarte al altar, antes de ir a misa y comulgar, pídele perdón. Reconcíliate con él. Eso es más importante que cumplir con tus deberes religiosos.

Otro mandamiento de la ley antigua decía: «No cometerás adulterio». En aquel tiempo para cometer adulterio era necesario que un hombre se uniera carnalmente a una mujer casada que no fuera la suya. Hoy el Señor nos dice: «También comete adulterio aquel que mira a una mujer casada deseándola en su corazón».  

Hoy el divorcio está al orden del día, por lo tanto, será interesante conocer lo que el Señor nos dice al respecto: «El que se divorcie de su mujer, la induce a adulterio y el que se case con una divorciada comete adulterio». No ocurría así en la antigua ley, porque estaba contemplado entregar a la mujer acta de repudio. Sin embargo, no es esa la voluntad de Dios. Dios quiere que por el bien de los propios esposos y también por el de sus hijos, el matrimonio sea indisoluble. Por eso, en la actualidad, la Iglesia no tiene potestad alguna para romper el vínculo de un matrimonio. Lo que, si hace, es declarar la nulidad de un enlace, o sea, declarar que entre los contrayentes nunca existió matrimonio. Como vemos, no es lo mismo anular, que declarar nulo.

Si nos fijamos, todo lo que nos propone el Señor requiere navegar siempre contra corriente. Los valores que nos ofrece el mundo están en contraposición con la voluntad del Señor.  Es imposible hacer nada sin su ayuda. Pero nosotros tenemos la seguridad de que todo es posible cuando Él está a nuestro lado. Y Él está siempre con nosotros vivo y resucitado, y se complace en suplir con su poder nuestra debilidad.

 


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