DOMINGO VII DEL TIEMPO ORDINARIO -C-
«AMAD A VUESTROS ENEMIGOS»
CITAS BÍBLICAS: 1Sam 26, 2.7-9.12-13.22-23 *1Cor 15, 45-49* Lc 6, 27-38
La Iglesia continúa ofreciéndonos hoy el Sermón llamado del Llano, que es una versión distinta y algo más corta que el Sermón del Monte de san Mateo.
Lo que nos dice el Señor Jesús en el evangelio cae por completo dentro de lo que la sociedad de hoy denomina lo políticamente incorrecto. Exceptuando aquellos que deseamos ser y obrar como discípulos de Jesús, lo que el Señor nos propone es inaceptable para la gente del mundo.
No se nos puede pedir que amemos a nuestros enemigos, que hagamos el bien a aquellos que nos odian y que recemos por los que nos injurian. Lo correcto sería defendernos de nuestros enemigos, de los que nos odian y de aquellos que hablan mal de nosotros.
Cuando en los medios de comunicación un padre o una madre perdona públicamente a alguien que ha abusado o asesinado a uno de sus hijos, en gran parte de la población se levanta una oleada de indignación. ¿Cómo es posible perdonar a un malhechor o a un asesino? Eso es injusto, afirman. Lo correcto es protegernos de esos delincuentes y hacer que paguen por sus fechorías.
Por suerte, la manera de obrar de Dios es distinta a la de los hombres. Si Dios actuara sobre nuestras infidelidades y pecados, como nosotros actuamos ante un malhechor o un asesino, nadie tendríamos salvación. La Escritura pone en boca de Dios esta frase: «Pero yo soy Dios y no hombre» Lo que significa que nuestras maldades y pecados, tienen como respuesta de parte de Dios, siempre, el perdón y la misericordia.
El Señor continúa mostrándonos cómo hemos de obrar, si de veras queremos ser felices, pese a lo que quiere vendernos el mundo. «Al que te pide, dale». No se te ocurra pensar si va a malgastar tu limosna o se la va a beber en vino. «Tratad a los demás como queréis que ellos os traten. Pues, si amáis sólo a los que os aman, ¿qué mérito tenéis? «Si prestáis sólo cuando esperáis cobrar, ¿qué merito tenéis? También los pecadores lo hacen.
«Vosotros, amad a vuestros enemigos, haced el bien y prestad sin esperar nada: tendréis un gran premio y seréis hijos del Altísimo, que es bueno con los malvados y desagradecidos».
Esto que nos dice el Señor Jesús es de suma importancia, porque quien obra así, hace presente a Dios en la vida de los demás. A Dios nadie puede verle, pero si nosotros, ruines y pecadores, por impulso del Espíritu Santo somos capaces de obrar así, será Dios mismo el que se hará presente en la vida de aquellos que nos vean. Estaremos evangelizando mediante nuestra propia vida.
Con la siguiente frase del Señor queda al descubierto el mismo corazón de Dios: «Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo. No juzguéis y nos seréis juzgados. No condenéis y no seréis condenados: perdonad y seréis perdonados. Dad y se os dará». Todo esto es, precisamente, lo que Dios está haciendo contigo y conmigo. Tiene misericordia de nosotros, aunque no lo merezcamos. Mereciendo ser juzgados por nuestros pecados y torpezas, nadie nos juzga. Finalmente, el Señor nos otorga siempre gratuitamente su perdón, aunque no hagamos ningún merecimiento para que así sea.
Ese es nuestros Dios. Ese es el Padre del Cielo que nos ha mostrado el Señor Jesús. Incapaz de odiar, incapaz de exigirnos que cambiemos, porque conoce mejor que nadie de qué material estamos hechos. Pidámosle que derrame sobre nosotros su Espíritu Santo, para que podamos llevar a cabo lo imposible, y los demás, viendo nuestras buenas obras, lo conozcan y glorifiquen.
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