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DOMINGO DE PENTECOSTÉS -B-

DOMINGO DE PENTECOSTÉS -B-

«RECIBID EL ESPÍRITU SANTO»

 

CITAS BÍBLICAS: Hch 2, 1-11* 1Cor 12, 3b-7.12-13 * Jn 20, 19-23

Con este domingo damos por finalizado el Tiempo Pascual. Pentecostés viene a ser como el sello final del Padre a la obra de salvación llevada a cabo por el Señor Jesús, con su Pasión, Muerte y Resurrección.

Con su ascensión al Cielo, el Señor, completa la misión que el Padre le había encomendado. Era necesario restablecer el orden primero, el plan inicial que Dios-Padre había trazado, cuando decidió crear al hombre a su imagen y semejanza, porque la aparición del pecado en el mundo y con él dominio de la muerte, había echado al traste todo su proyecto.

Sucede, sin embargo, que, aunque destruida la muerte y perdonados los pecados, la naturaleza del hombre, sigue dañada por el pecado de origen. La obra de salvación del Señor, no anula a nuestro hombre viejo que sigue exigiendo sus derechos. Lo que sí que hace, es darnos a ti y a mí la posibilidad de ser recreados de nuevo. Y esa nueva creación, el Padre, ha dispuesto que la lleve a cabo el Espíritu santo.

Descendiendo al terreno de lo práctico podemos preguntarnos, ¿cómo nos afecta a ti y a mí todo lo expuesto? Nosotros comprobamos cada día que somos “el hombre del quiero y no puedo”. ¿Qué significa esto? Pues que nos pasa lo mismo que expresa san Pablo en su carta a los Romanos. Dice: «Querer el bien lo tengo a mi alcance, pero no el realizarlo». También nosotros deseamos hacer el bien y sabemos que ello es bueno, pero comprobamos que, en la práctica, no somos capaces de hacerlo.

Tú y yo sabemos, por ejemplo, que olvidarnos de nosotros mismos y entregarnos a los demás, que ser capaces de perdonar al que nos hace daño y no guardarle rencor, que amar a Dios sobre todo poniéndolo en nuestra vida incluso por encima de las riquezas, etc., produce un gozo interior que no es comparable con nada del mundo. Sin embargo, tenemos la experiencia de que cuando hemos querido poner en práctica alguna de estas cosas, no hemos sido capaces de hacerlo.

Otro ejemplo puede ayudarnos a comprender nuestra situación. El Señor, en el evangelio, nos muestra el camino de la felicidad y la vida cuando nos dice: «Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os odian, rezad por los que os persiguen, bendecid a los que os calumnian…». Podemos preguntarnos ¿es posible que nos pida algo que no podamos cumplir?  No, y aquí vine la misión del Espíritu Santo que hoy envía el Padre sobre su Iglesia, sobre ti y sobre mí en cumplimiento de la promesa del Señor Jesús cuando nos dijo: «No os dejaré huérfanos» y también, «Sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo».

La obra del Espíritu Santo en la Iglesia, es precisamente, hacer posible lo que para ti y para mí es imposible. Él es en nuestra debilidad, la fortaleza. En nuestro sufrimiento, el consuelo. En nuestra ignorancia, en nuestra necedad, él es la sabiduría. Él es el que enjuga las lágrimas y reconforta en los duelos. Él es, finalmente, el que desde nuestro interior nos da la certeza de que somos hijos de Dios.

El Espíritu Santo tiene en nuestra vida, además, una misión importantísima. Él es el Paráclito, que significa el Defensor, porque al maligno le gusta mostrarnos nuestros defectos y pecados, para que desesperemos de nuestra salvación. Es como si nos dijera: vive tu vida, porque para ti no hay remedio. Sin embargo, el Espíritu Santo nos dice: No temas. El Padre conoce tus debilidades y te ama. Su misericordia supera infinitamente el tamaño de tus miserias. Yo estoy a tu lado siempre para defenderte del enemigo y para darte fuerzas en tu debilidad.

Invoquemos al Espíritu Santo. Pidámosle ayuda en nuestras luchas y debilidades, con la certeza de que su ayuda nunca nos faltará.

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