DOMINGO V DEL TIEMPO ORDINARIO -B-
«VAMOS A OTRA PARTE A PREDICAR, QUE PARA ESO HE VENIDO»
CITAS BÍBLICAS: Job 7, 1-4.6-7 * 1Cor 9, 16-19 .22-23 * Mc 1, 29-39
San Marcos nos narra en el evangelio de hoy que, el Señor Jesús, al salir de la sinagoga de Cafarnaúm se dirige a la casa de Simón y Andrés. La suegra de Simón se halla en cama con fiebre. El Señor la coge de la mano, la levanta, se le pasa la fiebre y se pone a servirles.
Las gentes del pueblo conociendo la presencia del Señor en la casa, le traen a todos los enfermos y endemoniados para que les cure. Él lo hace así y una multitud se agolpa a la puerta de la casa. De madrugada se levanta, sale al campo y se pone a rezar. Los discípulos van en su busca porque la gente desea verle. Él les dice: «Vámonos a otra parte, a las aldeas cercanas, para predicar también allí; que para eso he venido».
El Señor Jesús está llevando a cabo la misión que el Padre ha dejado en sus manos: el anuncio de la salvación, del perdón de los pecados y de la entrañable misericordia del Padre hacia el pecador.
El Señor anuncia la llegada del Reino de Dios. Anuncia la liberación del hombre dominado por el pecado y por lo tanto esclavo de la muerte. Él mismo nos dice: «Yo para eso he venido». Conocer la misión que el Padre ha encomendado a Jesús, nos hace ver a nosotros, que somos sus discípulos, para qué nos ha llamado el Señor a su Iglesia.
Lo hemos dicho en múltiples ocasiones pero nunca serán suficientes. El Señor a ti y a mí nos necesita y pone en nuestras manos una misión fundamental, porque ama con locura a los hombres. Esa misión es lograr que lleguen a conocer el amor de Dios. Si hoy tú y yo estamos aquí en la iglesia, no lo estamos para vivir preocupados por nuestra salvación. Eso sería mezquino y egoísta. Nuestra misión va mucho más allá. San Pablo dice que el cristiano es otro Cristo. Nosotros estamos llamados a ser el Cristo del siglo XXI. El Señor nos ha elegido y nos está dando abundantes gracias, para que también nosotros podamos exclamar con san Pablo: «No vivo yo, es Cristo quien vive en mí»
Los hombres de este siglo, los que conviven con nosotros, desconocen el amor de un Dios que es Padre, y no saben que tienen un hermano que es Jesucristo, que, por ellos, sin exigirles nada a cambio, entregó su vida en la cruz para salvarles. Esta noticia del Amor de Dios que salva, es necesario pregonarla de palabra y sobre todo con nuestra vida. El Señor ha dispuesto que a una serie de personas les alcance la salvación, ya ahora, a través de ti y de mí. Si no lo hacemos es posible que nunca lleguen a conocer el amor de Dios, el perdón de los pecados y la Vida Eterna que Dios les tiene reservada.
Es fácil que te preguntes: ¿Cómo puede ser eso si soy un pecador incapaz de hacer nada bueno? Mira, en primer lugar, has de saber que Dios tiene una debilidad, lo dice la Escritura: Gusta elegir al que no sirve, para confundir a los que sirven. Quiere decir esto que, cuando nosotros, que no valemos, hagamos cosas importantes, aquellos que lo vean no nos alabarán a nosotros, porque nos conocen, sino que pensarán que es obra de Dios. Así lo dice el Evangelio: «Brille así vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos».
Otra cosa a tener en cuenta es que, en este negocio, el interesado en que funciones es el Señor. Es su obra la que te encarga realizar, por tanto, también será Él el que te asista con su Espíritu santo.
Por último, para tu tranquilidad, tienes que saber que el Señor no te pide ningún imposible, ni tampoco te exige grandes obras o sacrificios. Sólo quiere que vivas tu vida con normalidad. Que la forma de comportarte en tu familia, en tu trabajo, con tus familiares o amigos o en la diversión, sea la de un cristiano que es consecuente con su fe. Ese será el mejor testimonio que puedas darles.
0 comentarios