DOMINGO III DE ADVIENTO -A- DOMINGO DE GAUDETE
«¿ERES TÚ EL QUE HA DE VENIR O TENEMOS QUE ESPERAR A OTRO?
CITAS BÍBLICAS: Is 35, 1-6a. 10 * St 5, 7-10 * Mt 11, 2-11
Hoy el evangelio nos muestra a Juan el Bautista encarcelado por orden de Herodes. Ha tenido noticia de las obras que realiza el Señor Jesús, y como sabe que la manifestación del Mesías es inminente, quiere cerciorarse de que aquel del que hablan es, ciertamente, el Mesías. Envía, por tanto, a dos de sus discípulos con el encargo de preguntar al Señor: «¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?»
La respuesta del Señor a los enviados de Juan es un tanto curiosa. Ni afirma, ni niega. Se limita a decirles: «Id a anunciar a Juan lo que estáis viendo y oyendo: los ciegos ven, y los inválidos andan; los leprosos quedan limpios, y los sordos oyen; los muertos resucitan, y a los pobres se les anuncia el Evangelio». El Señor sabe que Juan conoce perfectamente la profecía de Isaías que hemos escuchado en la primera lectura: «Se despegarán los ojos del ciego, los oídos del sordo se abrirán, saltará como un ciervo el cojo, la lengua del mudo se abrirá… » ¿Cuándo sucederá todo esto? «Cuando llegue en persona vuestro Dios que resarcirá y os salvará». El Señor Jesús añadirá: «Y dichoso el que no se sienta defraudado por mí». Juan no necesita saber más.
Todas estas obras son las que van a poner de manifiesto al Mesías. Él será el ayudador de los pobres, el que fortalecerá a los débiles, el que abrirá los ojos a los ciegos, el que hará caminar a los paralíticos y el que hará resucitar a los muertos. Será el defensor de los oprimidos y abrirá la puerta de la cárcel a los presos. Él es aquel al que ha esperado con ansia el pueblo de Israel. Él es, el deseado de las naciones.
También hoy el Mesías llega para ayudarnos, ya que nosotros no somos ajenos a la salvación que trae. El viene a buscarnos para que podamos abrir nuestros ojos a la Verdad; para fortalecer nuestras rodillas vacilantes al comprobar, que tropezamos con frecuencia en nuestra vida de fe. Él quiere sacarnos de la esclavitud a la que cada día nos someten nuestros vicios, y que nos impiden salir de nosotros mismos para entregarnos a los demás. Él, en suma, viene a darnos a conocer el amor de un Padre que, ante nuestras infidelidades y pecados, sólo tiene una respuesta: el perdón y la misericordia.
Esta realidad, la proximidad de la venida del Señor, ha de hacer que nos mantengamos en un gozo permanente. El Señor viene y viene para salvar. El Señor Jesús nunca aparecerá en nuestras vidas para castigar o condenar. Cuando aparece, lo hace siempre para salvar. Él nos ama y conoce de sobra nuestras debilidades y pecados, nuestros vicios, aún los más ocultos, pero no se escandaliza de ningún modo de nosotros. Nos ama en nuestra realidad, en nuestras miserias y pecados, y como sabe que el pecado nos destruye, carga sobre sus hombros todo aquello que nos hace sufrir y que nos hace infelices.
Tener el convencimiento de que todo esto es cierto, ha de hacer que vivamos nuestra vida alegres y en continua alabanza. Éste es un regalo que el Señor Dios reserva a sus elegidos, a los cristianos, para que con esta actitud pongamos de manifiesto ante los que nos rodean que el Señor lo hace todo bien, que si existe el mal y el sufrimiento en el mundo, no es porque lo provoque Dios, sino que es el fruto de nuestros pecados.
Alegrémonos. El Señor llega, el Señor está cerca. Deseemos con ansia su venida y preparemos nuestro corazón para recibirle.
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