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DOMINGO XXVI DEL TIEMPO ORDINARIO -C-

DOMINGO XXVI DEL TIEMPO ORDINARIO -C-

«Hijo, recuerda que recibiste tus bienes en vida y Lázaro a su vez males: por eso encuentra aquí consuelo, mientras qu tú padeces»


CITAS BÍBLICAS: Am 6, 1a.4-7 * 1Tim 6, 11-16 * Lc 16, 19-31

Estamos viviendo en una época en la que, incluso dentro de la Iglesia, se quita importancia a la obra del maligno y se pone en tela de juicio la existencia del infierno. Esto que afirmamos no se refiere exclusivamente a los fieles en general, sino que miembros de la jerarquía mantienen esta postura en la predicación o en sus escritos. Ocurre que cuando quieren destacar la gran misericordia de Dios, las figuras del demonio y del infierno quedan desdibujadas y pasan a un segundo plano.

Lo expuesto anteriormente da la razón a lo que afirman los entendidos en esta materia, como el padre Amorth, que seguramente ha sido el exorcista de más relieve de la historia, y que acaba de fallecer a los 91 años. Afirman, que la mayor victoria del demonio en esta generación, es haber conseguido que la gente no crea en su existencia. Cuando se ignora un peligro, es cuando menos prevenido se está para esquivarlo. Dicho de otro modo, ¿para qué vamos a defendernos del maligno si afirmamos que no existe?

Fruto de negar la existencia del demonio, es no creer, así mismo, en la existencia del infierno. Sin embargo, que el infierno sea una realidad es una de las pruebas más grandes del amor de Dios. Lo hemos afirmado muchas veces, Dios a ti y a mí, nos hizo totalmente libres, es por lo que en su inmenso amor por nosotros, respeta hasta el extremo nuestra libertad. Sin duda, su corazón se apena profundamente cuando, usando mal de esa libertad, rechazamos la salvación que gratuitamente nos ofrece, pero Él nunca se atreverá a violentarnos. Nos ama y nos quiere libres hasta el extremo de consentir que vivamos por toda la eternidad separados de Él. Y vivir así, separados de Dios, es vivir en el infierno.

En la parábola que hoy nos ofrece san Lucas, es el mismo Señor Jesús el que nos habla de esa horrorosa existencia que sufren aquellos que separados de Dios, permanecen por toda la eternidad en el infierno. No somos nosotros los que afirmamos que el infierno existe, son las mismas palabras del Señor las que lo ponen en evidencia. El infierno, queramos o no, existe. Lo que sí podemos afirmar es que no se trata de un lugar determinado, sino que se trata de un estado, como afirmó Benedicto XVI refiriéndose al purgatorio. Los condenados sufren lo indecible al verse privados de la contemplación de Dios. Ellos, que fueron creados precisamente para disfrutar por toda la eternidad de la visión de Dios, comprueban en cada momento que eso nunca llegará a ser una realidad.

Con todo lo expuesto no pretendemos de ninguna manera amedrentar a nadie. No actuamos como en otros tiempos, cuando en los Ejercicios Espirituales o las charlas cuaresmales, se atemorizaba a las gentes hablándoles del infierno. No queremos llegar a esos extremos, pero también es cierto que la realidad del infierno está ahí, y seríamos necios si viviéramos nuestra vida ignorando su existencia.

Si grandes son los sufrimientos de los condenados, más grande es la misericordia divina que no permitirá nuestra perdición si nosotros queremos evitarla. Dios te hizo para una vida feliz y lo único que quiere es que tú aceptes libremente el regalo que te ofrece, y desees de corazón salvarte. La clave para conseguirlo nos la ofrece también el evangelio. Si has experimentado lo bueno que es el Señor contigo, si has experimentado su amor, no hagas como el rico de la parábola, comparte ese amor, comparte tus bienes con los demás, para que también a ellos les alcance la felicidad que tú sientes.

 

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