DOMINGO XVI DEL TIEMPO ORDINARIO
«ANDABAN COMO OVEJAS SIN PASTOR»
CITAS BÍBLICAS: Jer 23, 1-6 * Ef 2, 13-18 * Mc 6, 30-34
En el evangelio de hoy vemos a los Apóstoles que regresan contentos después de haber llevado a cabo la misión que el Señor les había encomendado. Han sido testigos de la fuerza de la Palabra y han comprobado cómo esa Palabra, es capaz de doblegar a los espíritus inmundos.
Decíamos la semana pasada que la misma misión que el Señor Jesús encomendó a sus discípulos, era la que hoy, más de dos mil años después, coloca en nuestras manos. El anuncio de la Buena Nueva y de los signos que lo acompañan tiene para nosotros el mismo fruto que tuvo para los Apóstoles. Ellos volvieron contentos, satisfechos, y a la vez admirados al comprobar todo lo que fueron capaces de hacer. Es la paga inmediata que produce la evangelización. Anunciar el amor que Dios nos ha manifestado en su Hijo Jesús, siendo testigos de su perdón, sean cuales sean nuestros pecados, tiene como fruto para nosotros una satisfacción y una paz interior, que difícilmente podemos alcanzar por otros medios.
El Señor recibe a sus Apóstoles que vienen cansados, y con ganas de contar lo que Dios ha hecho por su medio. Por eso, les dice: «Venid vosotros solos a un sitio tranquilo a descansar un poco». Dice san Marcos que eran tantos los que iban y venían, que no encontraban tiempo ni para comer. Suben a la barca y se dirigen a un sitio tranquilo y apartado. Sin embargo la dicha les dura poco. La multitud, adivinando sus intenciones, marcha corriendo por la costa a aquel lugar y se les adelanta. Al desembarcar, Jesús ve aquella multitud, siente lástima de ellos, porque andan como ovejas sin pastor, y se pone a enseñarles con calma.
La reacción del Señor Jesús viendo a la multitud pone de manifiesto sus sentimientos. Deja al descubierto su corazón. Dice san Marcos: «Sintió lástima de ellos porque andaban como ovejas sin pastor». Por otra parte, al mismo tiempo, nos hace ver la prioridad que para el Señor tiene la evangelización, que ha de estar siempre por encima incluso del descanso merecido.
Es consolador para nosotros comprobar con qué ojos nos mira el Señor. También nosotros andamos con frecuencia como ovejas sin pastor. Buscamos los pastos que nos apetecen sin tener en cuenta si nos convienen o no. Él, que conoce nuestras miserias y desvaríos, que tiene siempre presente nuestra condición de pecadores, nunca tiene para nosotros una mirada de reproche o una mirada de exigencia. Se pone siempre en nuestro lugar. Tiene en cuenta nuestra debilidad. Conoce también la fuerza de atracción del pecado, y sabe que sin su ayuda somos incapaces de obrar el bien. Por eso está siempre cerca de nosotros dispuesto a echarnos una mano.
Lo que pasa es que, con frecuencia, nosotros nos afanamos en vivir nuestra vida sin tener en cuenta su cercanía. Vivimos como si todo dependiera de nosotros, de nuestras decisiones, de nuestro esfuerzo. ¡Y así no luce! Fracasos y disgustos se suceden sin que muchas veces encontremos la razón, ni seamos capaces de hallar soluciones adecuadas.
Por último, es importante no perder de vista, que tú y yo, elegidos por el Señor para ser sus discípulos, para hacer que los que nos rodean puedan conocer su amor y su perdón, hemos de hacer nuestra su mirada compasiva. No tenemos ningún derecho a mirar al que se equivoca juzgándolo. No podemos ser exigentes con los demás. Si el Señor nos ha perdonado, sin mérito por nuestra parte, nosotros, con su ayuda, hemos de hacer otro tanto con los que nos ofenden.
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