Blogia
Buenasnuevas

DOMINGO III DEL TIEMPO ORDINARIO -B-

DOMINGO III DEL TIEMPO ORDINARIO -B-

«SE HA CUMPLIDO EL PLAZO, ESTÁ CERCA EL REINO DE DIOS». 

 

CITAS BÍBLICAS: Jon 3,1-5.10 * 1Cor, 7, 29-31 * Mc 1, 14-20

Antes de iniciar este comentario semanal del evangelio, deseo pedir perdón a los lectores de Hoja Parroquial, porque debido a una confusión a la hora de buscar las citas, el comentario que se publicó la semana pasada correspondía al evangelio del domingo tercero, o sea el de la presente semana.

El tema de fondo de los dos evangelios es similar. El de la semana pasada pertenecía al evangelista san Juan, que nos narraba cómo Juan el Bautista viendo acercarse a Jesús, lo muestra a dos de sus discípulos diciéndoles: «Éste es el cordero de Dios». Ellos, cuando lo oyeron, se pusieron a seguir a Jesús. De esta manera, empezó a cumplirse lo que Juan había anunciado en otra ocasión: «Es necesario que Él crezca y que yo disminuya».

Uno de los discípulos que siguieron a Jesús era Andrés, que encontrando a su hermano Simón Pedro, le dice: «Hemos encontrado al Mesías (que significa Cristo)». Y lo llevó a Jesús. Éste, se le queda mirando y le dice: «Tú eres Simón, el hijo de Juan; tú te llamarás Cefas (que significa Pedro).

Como ya comentamos, el evangelio de hoy es de san Marcos, y en él, el evangelista nos narra la llamada a los primeros discípulos. Por una parte, Simón y su hermano Andrés y por otra, Santiago y su hermano Juan.

Hoy, Andrés, Pedro, Santiago o Juan, somos tú y yo. El Señor nos tiene en su Iglesia porque quiere asociarnos a su obra redentora. Han pasado más de dos mil años desde que sucedieron los dos pasajes evangélicos que hemos citado. Es cierto que el Señor Jesús está presente de continuo en su Iglesia, pero también es cierto que no podemos experimentar esa presencia de una manera física. Por eso, los que hoy han de hacer visible en medio del mundo, en medio de la sociedad actual, a la persona del Señor Jesús, somos aquellos a los que nos ha llamado a su Iglesia.

Permíteme que te pregunte, ¿por qué eres creyente? ¿Para qué vienes a la Iglesia? ¿Viene quizá buscando la salvación de tu alma? Salvar el alma es una consecuencia, pero no la finalidad principal por la que el Señor te tiene en su Iglesia. Para salvarse, en la otra vida se entiende, no es necesario pertenecer a la Iglesia. De ser así, serían muy pocos los que se salvaran en comparación al número de habitantes que tiene la tierra. El Señor te llama, como llamó a sus primeros discípulos, para que hoy seas tú, como Él lo hizo personalmente hace más de dos mil años, el que de palabra y sobre todo con tu vida, anuncies a los que te rodean la Buena Noticia.

Ellos esa Buena Noticia no la conocen. No saben que existe la vida eterna. No saben que existe un Dios que es todo amor, que tiene una misericordia infinita, que les ama con todo su ser, y que comprende y perdona sin límite todas sus debilidades y pecados, por grandes y enormes que sean. No saben que el amor de ese Dios, llega hasta el extremo de entregar a la muerte a su propio Hijo, para rescatarlos de la muerte diaria en la que ellos están inmersos. La salvación para ellos consiste precisamente en conocer esta Buena Noticia: la muerte ha sido vencida en la Resurrección del Señor Jesús. Ya no hay que temer. La vida del Hombre vuelve a recobrar su sentido. Hemos sido creados para la vida eterna y hay un Dios dispuesto a dárnosla, si nosotros la aceptamos. Pero yo ahora te pregunto, ¿Cómo llegarán a enterarse? ¿Quién les dará la Buena Noticia? Hoy el Señor Jesús ya no está vivo físicamente entre nosotros. Somos nosotros, sus discípulos, los llamados y a la vez elegidos, para hacer llegar a todos los hombres esta Buena Noticia de la salvación.

Para eso, y no para otra cosa, te ha llamado el Señor a su Iglesia. Hoy, con estos pasajes del Evangelio te lo recuerda. ¡Sígueme! Te dice. Ocupa mi lugar entre los tuyos, entre tus familiares y amigos; entre tus compañeros de trabajo y de diversión. Diles que yo les amo y que me he entregado a la muerte por amor a ellos. Que nada teman, que mi amor y misericordia rebasan con mucho todos sus pecados.    


0 comentarios