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DOMINGO II DE ADVIENTO - B -

DOMINGO II DE ADVIENTO - B -

«PREPARAD EL CAMINO AL SEÑOR, ALLANAD SUS SENDEROS»

 

CITAS BÍBLICAS: Is 40, 1-5.9-11 * 2Pe 3, 8-14 * Mc 1, 1-8                    

Como decíamos la semana pasada, son tres las figuras representativas del Adviento: el profeta Isaías, Juan el Bautista y la Virgen María. Hoy, san Marcos, en el inicio de su evangelio, nos presenta a Juan el Bautista cumpliendo una de las profecías de Isaías: «Yo envío mi mensajero delante de ti para que te prepare el camino». Juan, pues, precede al Mesías, anunciando su llegada.

«Una voz grita en el desierto: Preparadle el camino al Señor, allanad sus senderos». Juan anunciaba esto hace dos mil años, pero su predicación es hoy de una gran actualidad. Tú y yo, estamos llamados por el Señor desde su Iglesia, a anunciar en el desierto donde vivimos, que hay uno que puede devolver la razón de ser y el sentido de la vida, a una sociedad totalmente apartada de Dios. Una sociedad que, por haber dado la espalda a Dios, no halla respuestas adecuadas a unas preguntas que son fundamentales, a la hora de entender el porqué y el cómo de la vida del hombre.

Yo, ¿qué pinto en este mundo? ¿De dónde vengo? ¿Cuál es la razón principal de mi vida? Cuando se ha cerrado el cielo, cuando se vive como dentro de un bunker porque se niega la trascendencia, estas preguntas no pueden hallar respuesta adecuada. Sólo desde la fe, es posible responderlas.

Juan, invita con su predicación a reconocer esta realidad que tiene como origen al pecado. Es necesario reconocer nuestra debilidad, nuestro pecado, aceptando que estamos equivocados, que pedimos la vida a ídolos que no nos la pueden dar: riquezas, honores, sexo, salud, trabajo, belleza, afectos, drogas, política, poder, etc. Cuántas personas que tú conoces, piden la vida cada día a estos ídolos sin lograr alcanzar la felicidad. La vida del hombre, si nos fijamos, transcurre en ese desierto al que alude el evangelio, aunque hacemos lo posible para alienarnos con mil cosas, intentando ignorar esta realidad.

Juan nos llama a conversión.  Nos llama a reconocer sin miedo nuestras debilidades y pecados, porque está para llegar aquel que viene a perdonar y borrar nuestras deficiencias, nuestros pecados y nuestras rebeldías.

Cuando parece que en la sociedad todo está perdido, que los hombres están atrapados por las redes del mal, que el maligno es el que gobierna al mundo, de nuevo Juan nos invita a no desesperar. Viene a decirnos, no todo está perdido. Dios-Padre nos envía un Salvador. Preparaos, estad vigilantes. Se acerca vuestra liberación.

Como ya hemos dicho anteriormente, hoy, la figura de Juan se encarna en cada uno de nosotros. Somos nosotros, los creyentes, los que tenemos la misión de anunciar de palabra y sobre todo con nuestras obras, que el Padre nos quiere, que no juzga nuestras debilidades, y que nos suscita un Salvador. Con Juan podemos decir: nosotros valemos poco, pero detrás de nosotros viene uno que llega para salvar, para devolver el sentido a la vida.

No tengamos miedo o respeto humano a ser testigos, a dar la cara por el único que salva, el único que perdona los pecados, el único capaz de librar de la muerte de cada día. El Señor lo ha hecho contigo, con su ayuda, haz tú lo mismo.  


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