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DOMINGO XX DE TIEMPO ORDINARIO -A-

DOMINGO XX DE TIEMPO ORDINARIO -A-

«Mujer, qué grande es tu fe: que se cumpla lo que

 deseas».

 

 

CITAS BÍBLICAS: Is 56, 1.6-7 * Rm 11, 13-15 * 29-32 * Mt 15, 21-28

En nuestro tiempo se ha acuñado una expresión para significar la entrega total de una madre en favor de sus hijos. Nos estamos refiriendo a la expresión “madre coraje”. Cuando la oímos no es necesario que nos den muchas explicaciones. Pensamos enseguida en una mujer que ha arrostrado todas las dificultades a la hora de defender a sus hijos, sin amilanarse y poniendo incluso en peligro su vida.

En el evangelio de hoy, muchos siglos antes de que se le diera este nombre, encontramos a una madre coraje. Se trata de una mujer cananea, y por tanto extranjera a los ojos de los judíos. Tiene una hija poseída por un mal espíritu y ha tenido conocimiento de que Jesús, el profeta de Nazaret, está por el lugar. Lo busca y cuando lo encuentra se pone a gritar: «Ten compasión de mí Señor, Hijo de David. Mi hija tiene un demonio muy malo». El Señor se hace el sordo y no la atiende. Viendo que insiste y que no cesa en su petición, los discípulos se acercan para decirle: «Atiéndela, que viene detrás gritando». La respuesta del Señor es tajante: «Sólo me han enviado a las ovejas descarriadas de Israel».

Llega la mujer y postrándose a los pies del Señor le dice: «Señor, socórreme». La respuesta de Jesús es desconcertante y para nosotros difícil de poner en sus labios: «No está bien echar a los perros el pan de los hijos». (Perro es el nombre que los judíos empleaban cuando se referían a aquellos que no pertenecían al Pueblo de Dios). La respuesta del Señor es muy dura, pero el amor de aquella madre por su hija es mucho mayor. No se arredra, insiste diciéndole al Señor: «Tienes razón, Señor; pero también los perros se comen las migajas que caen de la mesa de los amos».

La respuesta de esta madre coraje, no tiene vuelta de hoja. El Señor, admirado, le responde: «Mujer, qué grande es tu fe: que se cumpla lo que deseas». Y en aquel momento quedó curada su hija.

Parecía imposible que el Señor atendiera a aquella madre. Había razones de peso para que no lo hiciera. Sin embargo, el Señor Jesús, fiel a la respuesta que da al padre del endemoniado epiléptico en el evangelio de san Marcos, obra el milagro. En aquella ocasión dijo al padre: «¡qué es eso de si puedes! Todo es posible para el que cree», y esta madre ha demostrado que tenía por completo puesta su fe en el Señor.

No lo olvidemos, nada es imposible para el que cree. En la vida encontraremos montañas que son imposibles de escalar, pero la fe mueve montañas. Tendremos que enfrentarnos a problemas que superan con mucho nuestra capacidad para resolverlos, pero lo que para nosotros es imposible, es posible para el Señor. Lo que hace falta es apoyarnos en él, poner nuestra confianza en él, porque dice la Escritura que quien se apoye en él, no quedará confundido.

Otra cosa que debemos aprender de esta madre es la insistencia en la petición. No hemos de temer hacernos demasiado pesados. Al Señor le gusta que insistamos, porque al insistir por una parte palpamos nuestra impotencia y por otra reconocemos su poder. Hoy lo ha hecho con esta madre y en otra ocasión lo hizo con el Ciego de Jericó. Con la oración insistente hacemos presente al Señor, la necesidad y el interés que tenemos en aquello que pedimos.

El Señor se complace en que nosotros recurramos a él porque conoce nuestra limitación, y porque está puesto por el Padre como Señor de aquello que nos oprime, nos esclaviza y nos hace infelices. Hablando con lenguaje humano podemos decir, que él es feliz, cuando nos ve felices. 

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